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Crítica de Top Gun: Maverick

Muy alto, muy lejos

Podría ser el segundo y más reciente disco de Dua Lipa una excusa tremendamente oportuna para empezar con buen pie esta crítica de cine. Future Nostalgia, donde el encanto del pasado vuelve a desfilar en un siempre agitado presente, donde el espíritu de los ochenta presume de glamurosa inmortalidad ante una evolución constante y a veces despiadada de estilos y tendencias. ¿Acaso en el ayer reside la fórmula definitiva para creer en nuestro mañana? Podéis ir dándole vueltas al coco mientras movéis el cuerpo como auténticos chiflados al ritmo de Levitating, al menos yo no os voy a juzgar por ello.

¿Pero qué es ser nostálgico en realidad? ¿Es algo bueno o malo? ¿Es una trampa mortal o un dulce e inofensivo capricho? ¿Deberíamos abrazar el sentimiento o intentar evadirnos de una posible distracción? Sea como sea, no parece que a John Kosinski le vaya a quitar el sueño la clara ausencia de tajantes respuestas. De hecho, tal vez lo tenga más claro que nadie. No se trata de pensar, se trata de actuar, las reglas del juego son muy distintas cuando miramos al cielo. Para alcanzar la gloria, hay que volar muy alto, y muy lejos. Él lo sabe.

Les diré una cosa, no me apasiona la Top Gun de Tony Scott. Admito que posee una pequeña pero matona chispa dotada de una más ocurrente que desubicada picardía y que, ante todo, cumple su función de entretener a un público, nunca mejor dicho, necesitado de velocidad. Sin embargo, no parece haber nada más allá de ese complejo de aperitivo dominguero. Desde el primer minuto hasta el último, soy consciente de estar viendo un espectáculo muy tonto indirecta o directamente acorralado por su perezosa narrativa y su marcada testosterona. Es un ícono, afirmarán algunos, y razón tendrán los majos. No seré yo el que discuta su envidiable puntería a la hora de capturar la esencia de una década tan atípica como estelar.

Kosinski ama con descaro, también con profundo respeto. Es un romántico en toda regla, pese a quien le pese.

Quizá esa es la base que justifica y materializa el vigoroso encanto de Top Gun: Maverick, sostener una raíz cuya filosofía procure no traicionar sus propias fuentes o someter la totalidad de un conjunto a discursos insustanciales o pretenciosos. The Show Must Go On, diría Queen, aquella banda que, a pesar de los años, se niega a ver su memoria marchitada frente a la cada vez menos perpetua autenticidad de muchas estrellas del momento.

Este panorama me hace reflexionar sobre la actualidad de la industria del arte, también sobre el concepto de blockbuster, sobre cómo ciertos mega-proyectos, independientemente de si recaudan mucho o poco, acaban siendo devorados por el tiempo, el más valioso capricho del ser humano. Una vez más, invito a los lectores a pensar sobre el tema mientras bailan, en esta ocasión, al ritmo del videoclip de Don’t Start Now.

Les diré otra cosa, aunque ya se torna evidente. Me ha gustado mucho la obra de John Kosinski, y os lo suelto así tal cual porque mi niño interior, al que intento proteger a toda costa, quiere y puede. Os he hablado de cine que nace medio muerto, ahora os hablo de cine lleno de vida, de amor, de sensatez, de valentía. Cine que se entrega a la tradicional simbiosis entre cuerpo y sala para despertar las emociones más puras y satisfactorias. Cine que perdura en la memoria por derecho propio. Melancólico con el pasado, firme sobre el presente y preparado para el futuro, como los mejores recuerdos.

La cámara sigue a Cruise como si de la más fiel admiradora se tratase. Pero eso no os sorprenderá, supongo.

Esa piel que se eriza al escuchar los primeros segundos de la melodía principal, You’ve been called back to Top Gun, o al sentir el estruendoso despegue de los ya míticos aviones de combate, tiene que ser un síntoma de auténtico agrado. Todo está lejos de ser una casualidad, un simple artificio. Nuestro director, en plena sintonía con el demente, fiero e irresistible Tom Cruise, que carga con el peso de la película como si una labor extremadamente sencilla fuera, conoce los auténticos placeres que pueden llegar a producir las que aquellos viejos amigos solían llamar como películas de toda la vida.

Se desentiende del fenómeno del taquillazo como el reclamo de un presupuesto astronómico para disimular un vacío en contenido, en forma. Presenta un rumbo propio, que no inexplorado. Un grito ahogado que, en la recta final de la pandemia, desemboca en una sentida súplica por el regreso de unos tiempos injustamente olvidados, los del auge de la acción rabiosa, entregada a su público y a la fiebre como una estrella del rock.

Pero igualmente disfruto del viaje, al igual que un inocente joven esperando ubicar el trasero en su montaña rusa favorita por cuarta o quinta vez. Eso no quita que ser un nostálgico de manual solo traiga cosas buenas. En este relato, los personajes ganan mucho más peso emocional y la relación entre el espectador y los aviadores ya no se siente tan distante e incompleta. En cambio, su rumbo sigue una estrategia muy similar al trazado por Jim Cash y Jack Epps Jr. en el guion de finales de los ochenta.

Esa decisión, por ejemplo, puede decepcionar a aquellos que esperen un lavado de cara radical en la fórmula Top Gun. Por otro lado, para los que saben con máxima certeza a lo que van o los que se esfuerzan en almacenar las expectativas en un pozo sin fondo, les espera uno de esos regalos que difícilmente olvidarán en lo que queda de año. O eso es lo que creo, que últimamente me gusta demasiado lanzar triples con los ojos vendados pero la conciencia activa.

Todo se percibe más depurado en lo narrativo y menos confuso en lo técnico. Kosinski entiende a su criatura, conoce sus virtudes y sus carencias.

Salgo de la sala de cine como suelo salir cuando me arrolla la fuerza de una buena película, con una sonrisa de oreja a oreja y dando rienda suelta a ese baúl de emociones que suelo contener más de lo que debería.

Top Gun: Maverick supera en prácticamente todos los aspectos a su predecesora. Es mucho más sorprendente, mucho más divertida, mucho más sensible, mucho más centrada, mucho más todo. ¿Reiterativa en su método narrativo? En parte sí, de acuerdo con la primera, pero es John Kosinski quien logra que las piezas de su puzle alcancen un resultado final impredecible y espectacular.

Hoy, más que nunca, forma parte de nuestro deber hacer caso al solo en cines, porque lo que en estos momentos se ha conseguido demostrar en las cuatro paredes no se igualará de cualquier modo. ¡Que vivan las jodidas películas!

Top Gun: Maverick

Puntuación final - 8

8

Recomendada

Tom Cruise, alma incansable e irresistible. Resiste el peso de un profundamente satisfactorio viaje hacia unos tiempos menos difíciles, hacia la eternidad de un futuro que no puede ser nada sin el pasado.

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Antonio Marchena

"Pero ahora bailamos este macabro fandango, y cuatro años habrán de pasar para poder descansar". Bueno, llevo más de una década enamorado de un fontanero al que le chifla meterse en tuberías seguramente malolientes. No me quejo.
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