Son muchos los títulos que, a lo largo de los años, han prometido doblegarse a nuestras decisiones, siendo nuestros actos los que determinarán el devenir del argumento. Por supuesto, salvo honrosas excepciones en los que nuestros actos tenían un reflejo real en el mundo y cómo nos relacionamos con él, generalmente es algo que suele estar acotado a momentos y caminos muy puntuales. Por eso sorprende tanto que un juego, en principio modesto, como The Last Oricru enarbole como eslogan «un Action RPG en el que tus decisiones importan». Y el caso es que, a tenor de lo visto en su demo de Steam, no se me hace descabellado pensar que podrían lograr tal objetivo.
Gracias a la demo gratuita que podéis encontrar en Steam he podido jugar alrededor de tres horas al juego, probando diferentes caminos y acercamientos. A pesar de un apartado técnico modesto, sus primeros compases nos muestran un juego divertido en lo mecánico, sorprendente en su localización y, sobre todo, muy ambicioso.
Dark Souls meets Fallout

El argumento de The Last Oricru será uno de los pilares fundamentales sobre los que sustentar nuestra capacidad de actuación, pero en este punto no me veo demasiado capaz de explicar el argumento. Comenzamos muriendo en una especie de cápsula a manos de un androide con katana, resucitamos en un templo con monjes que parecen orcos pálidos y que tienen esclavizados a un clan de ratas antropomorfas e inteligentes que planean la Ratvolution. Según los orcos pálidos tenemos el poder de la inmortalidad, por lo que debemos salvar el reino de Wardenia, una curiosa mezcla de sci-fi con medievo; para ello empezamos a entrenarnos en el manejo de armas y magia en su templo. Espero que entendáis ahora lo confuso que me encuentro.
La mezcla es tremendamente extraña, pero también muy atractiva. El mundo que atisbamos en estos primeros compases muestra un horizonte bello que pide ser explicado, y los diseños de las diferentes razas, armas y armaduras también se sienten únicos gracias a esa curiosa mezcla de ciencia ficción con fantasía medieval. En estas horas hemos podido ver tres facciones diferentes con las que podemos aliarnos o enemistarnos a través de nuestras acciones. El juego lanza mensajes muy prometedores que, de momento, cumple de formas bastante interesantes. No hay una mala elección o un mal camino en The Last Oricru.

El juego lanza mensajes muy prometedores que, de momento, cumple de formas bastante interesantes. No hay una mala elección o un mal camino en The Last Oricru.
En la demo fracasé en varias de mis tareas, algo que no detuvo la acción, sino que desencadenó una serie de acontecimientos. Además, tuvimos elecciones importantes a los pocos minutos de juego que determinaban factores en la jugabilidad como las armas y armadura iniciales. Yo decidí aliarme con las ratas y su revolución, ya que me pareció divertido y sus esclavistas me hablaban muy mal; no obstante, antes de ejecutar tal alianza, se me espetó que estaban dejando que yo fuera el que se ensuciaba las manos. En un principio pensé que era solo para confundirme, pero luego comprobé que era cierto. El camino contrario también habría tenido sus matices, pros y contras, con un devenir diferente. Si en tan poco tiempo, en los mismos cimientos del juego, ya tenemos esta capacidad de elección, el futuro se presenta muy prometedor para esta aventura a medida que avance y presente más facciones. Por si fuera poco, los personajes son bastante carismáticos, con unos diálogos ágiles y sorprendentemente divertidos en ocasiones. Nuestro protagonista viene predeterminado, sin capacidad de personalización, y por momentos se me ha hecho un poco cargante, pero rápidamente queda diluido en su mundo y los secundarios.
Un futuro con mucho potencial
A los mandos encontramos una fórmula souls-like, con sistemas de combate y progresión por «almas y hogueras» de sobra conocidos. Mejorar unos atributos desbloqueará diferentes armas y equipamiento, y tendremos que estar pendientes de factores como el peso del conjunto. Todo se mueve en terreno conocido, aunque es interesante la función de ataque secundario de las armas, pudiendo desencadenar efectos muy distintos entre ellas gracias a su mezcla de magia y tecnología.
Como curiosidad, el juego pone mucho énfasis en el juego cooperativo, ya sea a pantalla partida u online con otro jugador. No he podido probarlo en esta ocasión, pero desde el estudio prometen ataques exclusivos para dos personas e incluso algunos acercamientos diferentes a los bosses.
Aún con todo lo bueno, es evidente que estamos ante una producción tan modesta como ambiciosa, por lo que hay ciertos aspectos que debemos asumir que no alcanzarán valores de super-producción. Los gráficos son muy irregulares, con unos escenarios (incluido un estupendo diseño de niveles, pro el momento) y diseños interesantes, pero con unas texturas y animaciones bastante mejorables; además, los personajes tampoco mostraban demasiado rango de expresiones, algo que destaca mucho en un juego con tantas conversaciones. Algún bug que otro acaba de confirmarnos que en lo técnico aún queda trabajo por hacer, ya que también afecta de forma directa al combate debido a esas animaciones robóticas o esa IA tan suicida. Sin embargo, son aspectos de los que se entiende su estado actual y que son susceptibles de mejorar de cara al producto final.
The Last Oricru está previsto para este año 2022 en consolas (menos Switch) y PC. Por el momento, si queréis probar esta curiosa propuesta os animo a que probéis su demo de Steam; vais a pasar un muy buen rato, y posiblemente pongáis en el radar a este juego cuya ambición se muestra ilusionante.