Hablemos de Silent Hill 3, el clasicazo que está de cumpleaños. Pero antes de meternos en el ajo, vamos a dar un poco de contexto.
Y es que, hace unos años, cuando nos tocó pasar un tiempo encerrados en casa porque un virus cambió casi de un día para otro nuestras vidas, muchos encontraron un refugio de aquella situación en los videojuegos. Casi coincidió con el lanzamiento de dos de los juegos más importantes de aquel año, Doom Eternal y Animal Crossing: New Horizons, y las redes no tardaron en llenarse de memes, haciéndose eco de lo irónico que era que dos juegos tan distintos entre sí, siendo el uno la antítesis del otro, se lanzasen el mismo día.
En 2020, para muchos, esos fueron los videojuegos que hicieron del confinamiento algo mucho más llevadero, y es que al final, aunque Doom y Animal Crossing fuesen juegos muy distintos, provocaron que los jugadores, momentáneamente, se olvidaran de que el mundo estaba pasando por una pandemia que nos tendría encerrados más tiempo del que en un principio podríamos haber imaginado, ya fuese despachando hordas de demonios a punta de escopeta o decorando una casa monísima y plantando lechugas; uno era una explosión catártica de color y heavy metal y el otro un remanso de paz y tranquilidad al que siempre apetecía acudir.
Y en medio de todo ese pequeño y, por qué no decirlo también, precioso momento en el que los jugadores hallaron una válvula de escape perfecta, compartiendo sus experiencias de ambos lanzamientos, yo tomé otra vía, que me llevó a descubrir los rincones más oscuros de la mente humana; inicié un viaje que haría que mi corazón se estremeciera con cada pequeño paso que daba. Había llegado a Silent Hill.
La sombra del gigante
Como fan del terror, Silent Hill siempre había sido un nombre que llamó mi atención; después de todo, de las primeras cuatro entregas no se escuchaba otra cosa que no fuera que son los mejores juegos de terror que uno puede jugar. Así que, con unas expectativas no precisamente bajas, comencé Silent Hill 2, y al ver rolar los créditos finales, supe que aquella sería una experiencia que se quedaría conmigo para siempre: no todos los días uno completa el que posiblemente es el mejor juego de terror de todos los tiempos. Pero esa será una historia que merecerá la pena contar otro día, porque al momento de escribir esto, a 23 de mayo, toca darle su espacio a su hermano pequeño, que hoy cumple nada más y nada menos que 20 años, Silent Hill 3.
No es fácil ser un juego que viene precedido por no una, si no dos obras maestras que sacudieron el videojuego de terror como solo ha podido hacer otra saga, Resident Evil. Silent Hill 3 no lo tenía nada fácil para conseguir hacerse un hueco entre los corazones de la gente, pero aún así lo consiguió, y no son pocos los fans de la saga que lo tienen como su favorito, superando incluso a la legendaria segunda parte.
¿Cómo es esto posible? ¿Cómo se hace un juego después de haber creado una obra maestra y que este llegue a gustar incluso más? La sombra de Silent Hill 2 es tan larga, oscura y perpetua que aún a día de hoy sigue resultando difícil hacer un juego que tome inspiración de él, sin caer en lo mediocre o quedarse a medias. Por eso, la respuesta de Silent Hill 3 no fue otra que olvidarse de él, no quiso ponerse a su altura enfrentándolo de tú a tú, sino que buscó crear su propio legado; el resultado fue tal que, aunque normalmente sea opacado por la popularidad de la aventura de James Sunderland, resultó ser un juego excelso que aún hoy, 20 años después de su lanzamiento, sigue sin encontrar demasiados rivales que sean capaces de generar la angustia y desasosiego que ya consiguió en su momento.
¿Y lo mejor? Silent Hill 3 parece no saber lo que es el paso del tiempo. Ya no solo es que el juego a nivel mecánico y de diseño se sienta bien, es que los temas que trata siguen siendo algo recurrente a día de hoy. Como con su anterior juego, parece que Team Silent supo exactamente qué teclas tocar para hacer de sus videojuegos obras imperecederas, que lejos de verse atadas al contexto y la época en la que fueron concebidas, crecen al mismo ritmo que lo hacemos nosotros, enseñándonos y acompañándonos en nuestro camino a la madurez.
Antes de entrar en materia, quiero volver a algo que he mencionado antes, ¿cómo es posible existir más allá de la sombra de Silent Hill 2? ¿Qué fue lo que hizo a Silent Hill 3 diferente?
La visceralidad como nueva forma de asustar
Las formas en las que se comunica Silent Hill 3 con nosotros distan mucho de lo que vimos en sus dos anteriores entregas, donde el silencio jugaba un papel crucial, eran juegos en los que suponíamos más de lo que veíamos, en los que la oscuridad nos engullía poco a poco. Sin traicionar la esencia de lo que hacía de Silent Hill una saga única, el tercero le dio un vuelco a estos conceptos: el silencio desapareció para dar paso a una atmósfera cargada de un ruido incesante, chirridos metálicos, gritos o sonidos tan sórdidos que no podíamos más que imaginar cuál era el horror del que procedían.
Seguíamos suponiendo más de lo que podíamos ver, pero las preguntas que nos hacíamos o lo que llegábamos a imaginar era ahora mucho peor que antes. Sumado a esto, teníamos nuevos enemigos a los que hacer frente, que dicho sea de paso, uno de mis mayores problemas con Silent Hill 2 era que los enemigos eran todos demasiado lentos; una vez acostumbrado al juego, se me hacía muy difícil sentirme amenazado por ellos, porque eran muy fáciles de eliminar. En cambio, en Silent Hill 3 todos son mucho más agresivos y crean situaciones nuevas a las que antes no nos habíamos enfrentado; el solo hecho de combatir con uno de ellos ya era algo a lo que temer.
Este nuevo acercamiento a la violencia del pueblo maldito no es casualidad, en el making of del título, podemos oír de boca de Hiroyuki Owaku (escritor de Silent Hill 2 y 3) que el enfoque con el que quisieron aproximarse al terror en su nuevo título tenía que contrastar con lo que habían hecho anteriormente. Pasaron de crear una experiencia de terror sostenida por el silencio a una a la que no le temblaba el pulso a la hora de ser mucho más directa y visceral. Llegaba a estremecernos tanto o incluso más que antes, pero de una forma muy diferente a la que conocíamos. Este nuevo enfoque impregna todos y cada uno de los apartados del juego. Su historia, diseños de enemigos y escenarios, sonidos, banda sonora… y su protagonista.
Una búsqueda constante de sí misma
Como todo, podrá gustar más o menos, pero lo que no se puede negar es que Heather Mason es la protagonista de los cuatro primeros Silent Hill que más pegada tiene, la que más personalidad muestra y la que tiene un papel más activo en los acontecimientos de su juego, y es la que inevitablemente (y por fin) me lleva a hablar del tema principal de Silent Hill 3: la identidad.
Vivimos en un mundo en el que constantemente buscamos hacernos un hueco, destacar, o más que eso, nos buscamos a nosotros mismos, y es algo que creo que en el fondo no dejamos de hacer nunca. Crecemos y aprendemos constantemente, pero hay un punto de nuestra vida en el que las piezas tienen que caer de determinada forma y con nuestras decisiones al final escogemos en qué clase de persona queremos convertirnos.
Pero todo eso es mucho más fácil decirlo que hacerlo, y no son pocas las personas que en algún punto de su vida se encuentran sin saber muy bien qué hacer, sin ser capaces de reconocerse a sí mismos, y problemas como las crisis de identidad comienzan a aflorar. ¿Y qué otro personaje podría ser mejor que Heather para hablar sobre todo esto? Por no entrar en spoilers, me limitaré a decir que dentro de Heather se sucede un conflicto entre ella misma y un pasado que la persigue, la sombra de una personalidad que no la deja vivir en paz, y fruto de este conflicto, es donde la trama de Silent Hill 3 toma lugar.
La mayor problemática que presenta el juego para su protagonista es la de desprenderse de sus ataduras, erradicar todas las voces disonantes de su alrededor y al fin, conseguir ser ella misma, todo esto mientras hace frente a los horrores que se le presentan. Hay que recordar que Heather no es más que una adolescente de 17 años cuando los eventos del juego ocurren, se encuentra en ese umbral en el que normalmente a muchos nos toca decidir sobre nuestro futuro y en definitiva, decidir quiénes vamos a ser.
Algo que tampoco deja de fascinarme de este juego es lo bien que ha envejecido su apartado visual: no parece para nada que saliera en 2003. Los efectos de luz, las expresiones faciales, los propios modelados, texturas, animaciones… El trabajo que Konami hizo aquí sorprende incluso más cuando ni siquiera en la entrega posterior, Silent Hill 4: The Room, es capaz de ponerse delante de la aventura que ahora nos ocupa. En lo técnico, es probablemente uno de los juegos más punteros de PS2.
Así que, lo que tenemos en Silent Hill 3 es un juego que a pesar del paso del tiempo, se mantiene vigente ya no solo como un buen juego de terror, si no como todo un referente del género, que por más que la sombra de sus predecesores quiera cernirse sobre él, ha sido capaz de despuntar y, como su protagonista, hacerse un hueco en nuestros corazones como una de las experiencias más bellamente angustiosas que hemos tenido jamás el placer de jugar.