Quizá podéis pensar que con este texto vuelvo a lo mismo que traté en el artículo sobre Breath of the Wild, pero aquí puedo asegurar que el asunto, por suerte o por desgracia, va más allá.
Creo, y supongo que vosotros también, que vivimos en una época de exposición y de, en cierta manera, poca o nula privacidad. Si bien es cierto que, en líneas generales, la manera de relacionarse y de conocer gente nueva ha dado un giro de 180º (RRSS como Instagram son prácticamente nuestra carta de presentación a la hora de conocer a alguien o que ellos nos conozcan a nosotros) y, con ello, toda la sociedad ha cambiado de rumbo, hay algunos puntos donde, parece, hemos involucionado.
Aquí es donde entra la cuestión del respeto y los límites individuales. Como bien he dicho antes, creo casi firmemente que estamos expuestos constantemente en esos momentos de nuestra vida donde los sentimientos positivos se encuentran, precisamente, en la intimidad. No sólo debes tener una opinión pública, sino que también debes tolerar una intrusión en tu espacio personal. Os pongo mi ejemplo (y casi que parece que estos textos serán más de actualidad que otra cosa): cuando el 25 de febrero de 2022 salió al mercado Elden Ring, el mundo, literalmente, ardió. Internet se basaba en este juego, las RRSS no paraban de hablar de él, llegando hasta el punto de que el juego, Miyazaki y hasta un jefe concreto del título fueron tendencia en Twitter por casi una semana. Aquí es donde, a mi parecer, empieza el problema.
¿Quieres verlo? ¿No? No me importa
Como bien he dicho antes, casi que parece que tienes que tolerar una intrusión en tu espacio personal en el mundo del videojuego actual. Tienes que ver un nombre de un jefe de Elden Ring que, tal vez, no querías ver, pero ¡ya han pasado unos días desde que salió el juego, si no lo viste es porque no has querido! Este asunto también sería trasladable a cuando se filtraban enteros los E3 hace años. Si no te querías enterar hasta verlo en la feria, ajo y agua, porque te lo comías igual. Pero ese no es el caso.
El caso de juegos como Elden Ring son juegos fenómeno. Probablemente dentro de un largo tiempo, se le seguirá llamando ‘el mejor Souls’, pero quizá no como un 10 o como el juego del 96 en Metacritic que todos esperaban (las etiquetas…). La sensación que ha generado ha sido totalmente bestial, y claro, todo el mundo que estaba metido en el mundo del videojuego se vició al juego… o quizá no todos, quizá gente como yo.
Porque sí, Elden Ring no me apasionó. Quizá es porque peco de ese perfeccionismo imperfecto que hace que, para poder disfrutar de un juego como estos, me vea en una obligación personal de inspeccionar cada mínimo rincón, aunque sea una esquina de una meseta totalmente de atrezzo. Probablemente, al resto de gente le encantan Elden Ring y Breath of the Wild porque les interesa lo que ven, mientras que yo me obligo a que me interese lo que no veo. Por supuesto, eso es un ‘fallo’ (si es que puedo catalogarme como el malo del asunto) mío, pero eso tampoco da derecho a que una tendencia me arruine algo que, quizá, no quiero saber.
Porque ahí viene el caso: cuando sale un nuevo capítulo del manganime One Piece, ya sea de manga o de anime, su hashtag es, simplemente, #ONEPIECE y el número del capítulo en cuestión. Si eso, en la red del pájaro azul te pueden poner debajo del hashtag el nombre de un personaje que ha tenido su minuto de oro en el capítulo (u, ojalá que no, por una muerte), pero nada más. Aquí es que ha sido tendencia el jefe en sí. Tengo entendido que algo tiene que ver su backstory, pero en un Souls… ponte tú a adivinar eso.
Una cuestión que, más que para un artículo, daría lugar a un debate, es si esto, verdaderamente, traspasa el límite de alguien. Yo soy libre de irme de Twitter durante un mes. Pedir que mis mutuals me escriban por Instagram o, los más cercanos, por WhatsApp. Puedo simplemente no mirar las tendencias. Es un asunto en el que es difícil encontrar una objetividad si es que la hay.
¿De verdad las tendencias de una red social traspasan tus límites personales? Habrá que verlo.
La cuestión, en definitiva, es que, si en estas cuestiones no sigues la corriente de la sociedad, puede que en el río venga una piedra y te la comas de boca.
¿Las experiencias son efímeras?
Lo siento, querido lector. Esta página se llama NaviGames y no NaviSeries, pero es que tengo que referenciar (y puede que desarrollar) uno de los fenómenos más intensos que pudimos presenciar el año pasado. Así es, hablo, por supuestísimo, de El Juego del Calamar.
No había santo sitio donde no hubiera alguien que te dijera ‘Te tienes que ver El Juego del Calamar‘, ya fuera esta misma frase o de otra manera distinta. ¿Está mal que todo el mundo hable de la serie o la recomiende? Lo más mínimo, ya que la cuestión no es esa.
El problema venía cuando esta serie alcanzó su cénit a la semana de ser estrenada. Todo (y cuando digo todo, es todo) el mundo hablaba de esta serie, todos se la maratonearon y todos la gozaron mucho, yo incluido, porque, al fin y al cabo, era una serie entretenida y nada mala. ¿El problema? Mírate El Juego del Calamar ahora. Sé capaz. Y verás como si nunca hubiera existido. Y así seguirá hasta que se estrene la segunda temporada y el fenómeno se reinicie.
Algo similar pasaba con Elden Ring, aunque este ha durado prácticamente un mes o un mes y medio. A día de hoy, poco te encuentras en Internet del juego, más allá de los speedrunners o gente que ha tenido menor ritmo y, o lo está acabando o está rematando su contenido después de acabarlo.
Las sensaciones que me da lo ocurrido con el juego hacen referencia al aguante del ser humano. Es como si nosotros, como sociedad, tuviéramos un límite natural contrapuesto a nuestras ganas de algo. Lo que ocurre ahora es que, mientras hace años nos llenábamos de hype el día de la semana que se estrenaba el nuevo capítulo de la serie que nos tenía enganchados (un ejemplo de la época sería Breaking Bad) y teníamos que esperar otra semana para seguir, ahora nos metemos la serie entera en dos días y el resto de días que nos apetece disfrutar de la serie nos los pasamos hablando de ella con conocidos o en RRSS. Antes, al ser un solo día de la semana intenso, las ganas nos duraban meses, que venía perfecto para mantener la audiencia en lo que se emitía la temporada. Ahora, vivimos en la época de la intensidad y, en algunos casos (entre los que, por desgracia, me he encontrado en algunos momentos varias veces), de las carreras. En la época de igualarse, de estar por encima, de hacerse notar.
Acabé con Sephiroth con trucos. ¿Me siento sucio? No. ¿Me duele haberme cargado mi primera experiencia con Final Fantasy VII? Bastante.
No me malinterpretéis, la autoestima es algo muy importante y hacerse notar en según qué campos de tu vida es vital para ello. Pero los videojuegos no es uno de esos campos. Los videojuegos, pienso, ganan mucho en intimidad. Me pongo como ejemplo. Quise jugar a Final Fantasy VII Remake. Pero dije ‘jugamos primero al original y comparamos, ¿no?’ (primera condición social: mucha gente tóxica piensa que no puedes iniciarte con la referencia; debes hacerlo con el referenciado). Jugué al original. Me apetecía jugar al remake, pero jugué al original. ¿El resultado? Ir a piñón sin disfrutar y acabando con Sephiroth con trucos. ¿Me siento sucio? Bueno… no mucho la verdad. ¿Me duele haberme cargado mi primera experiencia con Final Fantasy VII? Bastante más. Sin quererlo nos vemos condicionados por la sociedad y por el fenómeno, por lo que deberíamos hacer. Y eso me parece un grave error.
El fenómeno está ahí, pero igual no debemos hacerle caso
Tal como leéis en el epígrafe. Los fenómenos son un hecho. Al fin y al cabo, somos una sociedad y la sociedad funciona interactuando. Y para eso están las RRSS. Lo que haga el imperfecto ser humano con ellas es otra cosa, y hablo de la toxicidad patente en algunas de ellas, pero eso es otro tema. La cuestión es que, siempre que aparezca algo del gusto de muchos, se va a hablar de ello. Tú eliges si te unes o pasas de largo.
En muchas ocasiones cuesta escoger bando (porque siempre concebimos estos asuntos como una guerra entre bandos) mientras que la realidad es otra: la guerra la libramos nosotros mismos. La mente, en ocasiones, es mala. Muy mala. Malísima. Es Cruella de Vil. Y por eso hay veces en las que no hay que hacerle caso. ¿Quieres viciarte al Elden y postearlo en RRSS y decir que te flipa? Hazlo. Habrá gente con cerebro que compartirá esa afición contigo y dará lugar a una relación fructífera y satisfactoria en nuestro hobby favorito. ¿Quieres jugar solx y no saber nada de la obra hasta acabarla cuando estimes conveniente? Eres libre de quitarte de RRSS y decirle a tus colegas que no te hablen del juego. Y fin. Siempre existirán los que se dedican a arruinar experiencias, y si no, que se lo digan a los fans de Avengers en su día. Pero eso es otro tipo de plaga que no merece ni mención. Jugad y dejad que los demás jueguen. Y así con todos los puntos de la vida.