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Psicología del jugador: El estrés y la ansiedad

Un estado mental nada agradable

Lo primero que debo decir es que muy probablemente, si sigues mis textos (si es así, te quiero mucho), hayas visto este tema en alguno de ellos. Sin embargo, en ninguno de ellos este asunto era el titular, y es con ello con lo que quiero introducir la temática y tratar un tema que, pienso, es orden del día hoy: ¿jugamos por diversión o con expectativas?

Mencioné de pasada Final Fantasy XII en este contexto en otro artículo, así que contaré la historia completa aquí para que, además, sirva de contexto e introducción a toda la temática: compré hace 4 o 5 años (ni me acuerdo, imagina si hace tiempo) Final Fantasy XII en su versión de PS2 (diría que ya había salido The Zodiac Age o su lanzamiento estaba próximo) en un momento donde mi admiración por Final Fantasy X había comenzado hacía poco. Final Fantasy en ese momento era uno de mis mayores intereses y el XII me llamaba mucho la atención, por lo que me tiré a por él. Esto es algo más personal, pero puedo apostar lo que sea a que no era el único; y es que por aquella época sufría un fuerte FOMO (Fear of Missing Out) en el campo de los videojuegos, sobre todo en materia de stock de juegos de plataformas no actuales. Por si alguien no sabe lo que es el FOMO, es esa sensación de ‘perderte’ un evento social, de no estar en algo donde todo el mundo está, y sufrir ansiedad por culpa de eso. En mi cabeza, Final Fantasy XII era un juego, como todos los demás que compraba, que iba a desaparecer de un momento a otro, por lo que tenía que comprarlo ya. Lo compraba por miedo a que desapareciera, no porque quisiera jugarlo en aquel momento. Y así me pasaba con todos los juegos que compré por aquel entonces (y algunos añitos después), por lo que tengo montañas de juegos que, por H o por B, no he jugado todavía tras varios años desde su compra.

Final Fantasy XII es sólo el ejemplo que mejor recuerdo del FOMO que padecía hace varios años y que duró hasta hace poco.

En total, calculé que tengo más de 700 juegos pendientes ya adquiridos (uso esta palabra porque incluyo también regalos o juegos que fueron eventualmente gratuitos en alguna plataforma), algunos más importantes, otros no tanto, algunos más largos, otros menos, pero todos son experiencias que pueden fliparme y encantarme y ahí están, cogiendo polvo. Dentro de esta lista se encuentran también juegos digitales, donde el FOMO de la disponibilidad física se transforma en ‘este juego jamás va a volver a estar a ese precio’ (a las próximas Navidades estará hasta más barato, máquina), por lo que, si bien es cierto que no he pagado las cantidades que he llegado a pagar por juegos físicos individuales, sí que es cierto que alguna vez he comprado por ese impulso ocasionado por un precio bajo o apetecible.

Todo esto deriva en una acumulación de juegos cuya adquisición irresponsable es causada por dos motivos principalmente: las buenas críticas del juego, ese ‘tienes que jugarlo porque es buenísimo’, sumadas a tu percepción (que no tiene por qué corresponderse a la realidad, Final Fantasy XII vale exactamente lo mismo que valía cuando lo compré) de la realidad, la cual te dice que te lo vas a perder y que ya nunca va a volver. Y esto, amigxs, es una mierda.

En otro artículo mencioné que jugué Final Fantasy VII a la carrera (relativamente, tampoco es que jugara con una guía al lado) porque me apetecía jugar al Remake, pero tenía que jugar al original primero para comparar. Me apetecía jugar al Remake pero me puse con el original. Aún con esas, fue una buena experiencia, la cual se rompió un poco en la recta final del juego, donde ya iba con prisas y usé trucos de Límite infinito e invulnerabilidad contra Sephiroth. Con esta introducción al apartado presento fácilmente la idea: nuestra opinión no vale menos si tenemos menos contexto.

Obviamente, hay casos donde tener contexto hace que aprecies más la obra. Ejemplo de ello es Braid, un magnífico plataformas tanto para crítica como para público (yo aún no lo jugué) que, además de ello, escondía una historia metafórica, de la cual hay muchísimas teorías, pero hay una que es muy aceptada: durante Braid, encarnamos a Tim, un hombre que está intentando rescatar a una princesa que, raramente, no para de correr, no se deja rescatar. Normal, ya que está huyendo de nosotros, es ella la que pone las trampas que nos dificultan el camino y que, en definitiva, hemos estado acosando a una chica durante todo el juego. Es algo así como el giro final de Spec Ops: The Line, que nos demuestra que el malo siempre fuimos nosotrxs.

En Braid fuimos un acosador todo el tiempo.

En este tipo de casos sí que un buen contexto te hace apreciar más o menos la obra, pero cuando vas a ver gráficos más bonitos pues… no tanto. Sí, es cierto que puedes ver la evolución del sistema de combate, de materias, de equipamientos, etc., pero el resultado final no es más que una aventura para todo el mundo donde la mejor experiencia de remake se la van a llevar los que crecieron con ese juego, no para un tío que se lo ha pasado hace dos días precisamente para sentir eso. Las sensaciones, al igual que todo en esta vida, no se pueden forzar, todo debe nacer de manera natural. Tu opinión sobre un juego es perfectamente válida tanto si has jugado a lo que supuestamente representa o no, tu opinión es perfectamente válida tanto si has entendido el juego completamente como si Braid te pareció un plataformas divertido sin nada más.

El final del apartado anterior supone la entrada perfecta para esta idea: nuestra experiencia con los videojuegos debe correr de manera natural. Si juegas a algo, es porque te apetece. Desde hace un par de días me apetece más poderosamente seguir jugando a One Piece: Pirate Warriors 3 sin ningún contexto (ni he reempezado la obra ni he visto ninguna película), y lo que me anima a hacerlo es esa sensación de juego desenfadado, de juego musou donde su mayor atractivo es tener una jugabilidad divertida mientras controlas a los personajes de la serie que te gusta mucho. En efecto, hemos alcanzado el estado en el que estábamos cuando éramos niñxs, donde la emoción superaba con creces al producto. Independientemente de que esto sea algo que me ha sucedido tanto con un producto de un producto (One Piece) como con el primer juego de una de mis sagas favoritas (Silent Hill), con todo lo que ello conlleva a nivel de apreciación, quiero entrar en otra materia, que se relaciona con este asunto pero puede pillar de sorpresa: el optimismo.

Si ahora estoy disfrutando tanto de One Piece: Pirate Warriors 3 es, precisamente, porque no estoy buscándole los tres pies al gato.

Soy, e imagino que habrá quién a quien también le pase, una persona a la que estar tan metido en el medio le ha afectado a nivel de apreciación de la obra. Hasta ahora y desde que empecé a meterme en el mundillo, los videojuegos no eran videojuegos, sino simples productos, los cuales salen bien o salen mal. Eran pura estadística, ahí no había sitio para los sentimientos. Y, como suele pasar, cuando te tomas los videojuegos como estadística, la repercusión que tienen también la tomas como tal: ya vas con que Persona 5 Royal es un juegazo, que Biomutant te va a parecer horrible y que, en general, tu opinión viene predefinida desde antes de jugar. Y no debería ser así.

Un consejo que puedo dar es que, si te ocurre este fenómeno (hay gente muy resiliente, y lo aplaudo mucho), simplemente desconectes. No mires revistas, no hagas caso a Twitter y, sobre todo, no te fuerces a nada. Un ejemplo personal es que mis sesiones de ocio videojueguil se pasan en el PC principalmente, por lo que todo lo que juego suele hacerse ahí. Meterme ahora mismo en una PlayStation o en una Nintendo me choca mucho porque no es lo que me apetece. Mientras juego a One Piece me apetece tener un stream de fondo, escuchando a una persona hablar y tener esa sensación de dejadez (en el buen sentido) y poca concentración e intensidad mientras juego. Ya habrá tiempo para lo demás si a ti te da la gana. De momento, goza.

Manuel Hernandez

Puede que ahora sólo esté buscando ese juego que me devuelva a lo que sentí con Twilight Princess cuando sólo era un enano. De mientras me entretengo llevándole la contraria a la gente sobre Breath of the Wild.
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