Que un juego como Papers, Please se haya hecho un hueco tan grande y ostentoso en el mundo del videojuego en un momento histórico dentro de la industria en el que el apartado gráfico, aparentemente, lo es todo (seguido por el dinamismo jugable) lo hace merecedor de un altar muchísimo más rimbombante. Muy probablemente, si a muchas personas les dices que un juego sobre ser inspector en un puesto fronterizo es la polla (gracias, BaityBait), se quedarán con cara de extrañados si no conocen el juego de antes. Esto, evidentemente, no denota ninguna característica negativa de dichas personas, sino más bien, y en parte, algo de sentido común, ya que ¿por qué sería per se divertido jugar a un trabajo? Pues Papers, Please lo consigue.
Idealización fuera
Lo primero que nos tenemos que quitar de la cabeza es a esos títulos cuyo objetivo jugable es la idealización. Aquellos juegos donde todos los clientes son maravillosos, amables y honestos y que absolutamente nadie (*se ríe*) va a intentar engañarte (si es que sólo decirlo suena de coña, loco) y que su dificultad residiría en una cantidad ridícula de papeles inventados los cuales conformarían una unidad tan grande hasta el punto de que sería hasta frustrante mirar tantos papeles a la vez, más aún cuando tu sueldo se basa en a más clientes atiendes, más cobras porque apenas te da para mantener a tu familia (¿explotación…?). Es por eso precisamente por lo que el mundo de Papers, Please es cruel, feo y genial. Y aquí es precisamente donde tiene su génesis el topic de este texto.
Durante todo el juego nos vamos a ir encontrando, durante nuestras jornadas de trabajo, todo tipo de inmigrantes: listillos, necesitados, moribundos… todos ellos quieren entrar al país y es labor nuestra permitirlo o no. El poder que tenemos es inmenso: basta un sello verde para que la persona en cuestión pueda entrar en Arstotzka, y lo hará bajo nuestra responsabilidad.
La persona a la que vamos a sellarle el pasaporte es una más del día, una más del mes.
El caso es que la persona a la que vamos a sellarle el pasaporte es una más del día, una más del mes. Habrá mucha gente en el juego que intentará jugar con nuestra mente y nuestros sentimientos (para echarle cara, no por necesidad manifiesta) para poder entrar con un pasaporte caducado, con un papel de menos o, incluso, con pasaportes pintados a mano (Jorji eres lo mejor que me ha pasado nunca), por lo que será decisión nuestra dejarles pasar o hacer que vuelvan otro día con los papeles en regla. Huelga decir que, si recibimos una amonestación, no cobraremos por esa labor, así que nada de sellar a voleo, que no funciona.
Humanidad, el defectuoso de la tirada
Como bien he dicho antes, vamos a ver pasar gente a punta pala, a lo largo del juego atenderemos a una media de 350 personas, y eso teniendo en cuenta que trabajaremos un mes. No son precisamente pocas personas, mucho menos si tuviésemos que dejar pasar a todos los que nos regalan el oído cuando traen algo incorrecto. Pero hay excepciones.
Una madre lleva 6 años sin ver a su hijo. Sólo podrá entrar ahora. Lleva los papeles incorrectos.
Un padre sabe que el asesino de su hija pequeña está en Arstotzka. Sabes que si le dejas entrar se tomará la justicia por su propia mano de la manera más violenta posible.
Una persona terminal puede encontrar un tratamiento en Arstotzka. No se puede parar a esperar la puta burocracia. Tiene que pasar ya.
Casos como estos son reales en Papers, Please. La responsabilidad, la culpa, la empatía, todo ello está presente en la obra magna de Lucas Pope. Claro, tu trabajo es poco menos que ser una máquina. Si habéis visto o leído la obra de Eiichiro Oda, One Piece, prácticamente se espera de ti que seas un Vinsmoke. Una cadena de montaje en la cual todos y cada uno de los productos deben ser iguales. Si no vale, se desecha.
Aquí es donde tu moralidad se convierte en una balanza. ¿Qué pesa más, una reprimenda o una vida?
En el segundo caso, además, es uno especial. No hay nada que salvar. Julia está muerta. El objetivo es saciar un instinto parental asesino. Simon Wens ha matado a su hija porque le salió de los santos cojones. Le ha arruinado la vida al padre y ha dejado sin la suya a la hija. Es tu elección. Simon Wens es un criminal buscado, basta con encerrarle. Lo que el Estado espera de nosotros es que acatemos la ley. Pero, antes de que siga, tengo una pregunta que hacerle: ¿es usted padre?

Este me parece uno de los casos más sensibles de todo el videojuego, si no el que más. En Papers, Please no hay sonidos. No hay onomatopeyas. No hay nada. Sólo texto en un bocadillo que sale de un amasijo de píxeles. Y, aun así, mientras escribo estas líneas, recordando las sentenciantes oraciones que veis a la derecha, la lágrima se me escapa.
Papers, Please es una clara crítica a la sociedad y, en especial, a la política. Ahora mismo me encuentro rejugándolo, por lo que hay cosas de las que no me acuerdo bien (Julia, desde luego, no es el caso), aunque de otras sí. La autoridad divisional de Grestin Este es Dimitri, un auténtico soplapollas. No hace más que demeritarnos porque hemos obtenido x amonestaciones (debemos hacerlo perfecto para que nos aprecie, cosa que, como vemos ante casos en los que haremos la vista gorda, choca bastante con la moral) y es bastante estricto con dejar pasar a alguien que no tiene los papeles en regla… hasta que llega el momento de dejar pasar a su amante diplomática, la cual es otra gilipollas que no lleva los papeles en regla y se cree la reina del mambo solo porque su amante es nuestro jefe. En fin.
Moral en Papers, Please como desafío a un yugo
En Papers, Please estamos sometidos al deber hacer, a las reglas, a la injusticia del poder y de la jerarquía. Si un mandril con bigote que dice ser nuestro superior nos dice que no dejemos pasar a nadie salvo a su amante, lo tienes que hacer, porque, si no, tiene los santos huevos de meterte en la cárcel y darte game over. Así, sin más.
Sin embargo, habrá casos en los que podremos meter mano para ayudar en lo que podamos si queremos, lo cual nos hace partícipes de la felicidad de algunos (Sergiu y Elisa), la venganza de otros (el padre de Julia) y un largo etcétera de casos donde la injusticia y el pie en el cuello hacen de las suyas como acostumbra pasar.
Jugad a Papers, Please.