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La imaginación como periférico

Estimulada de la forma adecuada, añade valor a la experiencia

Una de las vivencias mas frustrantes que he vivido como jugador en los últimos años ha sido mi incapacidad para seguir ilusionándome con las últimas aventuras tradicionales de Pokémon. Mientras que iteraciones como Pokémon GO o Leyendas Pokémon Arceus sí que han sabido sintonizar conmigo como jugador, Pokémon Let’s Go o Pokémon Espada/Escudo los abandoné con muy pocas horas de juego.

El vídeo que me impulsó a lanzarme a Pokémon Espada fue el de la canción Acacia, del grupo japonés Bump of Chicken, que publicaron por el 25 aniversario de la franquicia. Más allá del tremendo temazo que se marcaron y del extremo fanservice, la animación y las imágenes eran tan dinámicas y enérgicas que, viéndolo, solo acudía a mi cabeza una palabra: aventura. Porque eso era lo que significaba para nosotros cada entrega de la serie. Una nueva aventura con nuevos pokémon, regiones e historias que descubrir. Esa sensación de aventura que ha dado clásicos atemporales como Zelda: Link’s Awakening o Breath of the Wild, y que tan bien saben controlar en Nintendo, era replicada (a través de cambios rupturistas en la jugabilidad que implicaban de otra forma al jugador) en Pokémon GO o Leyendas Pokémon Arceus y por eso triunfaron entre muchos jugadores que habían abandonado la franquicia, como un servidor.

Sin embargo, pensando en ello, pienso que atribuir toda la culpa a la simple nostalgia es un error. Creo que hay un factor que eleva las sensaciones jugables de la serie, sobre todo en un contexto en el que visualmente se ha evolucionado de forma inversamente proporcional al apartado jugable. Y es que Pokémon es una franquicia que, al menos en sus entregas «principales», requiere de un periférico accesorio para poder disfrutar de la experiencia al máximo: la imaginación. En esta misma línea se orientan los artículos que hablan sobre cómo los juegos de estética pixel de antaño estimulaba la imaginación de los jugadores al no darles todos los deberes hechos en el plano visual.

Permitidme retroceder más de 25 años, al punto en el que la primera generación de entrenadores pokémon de la historia nos enfrentamos a los Pokémon Rojo/Azul de la primera Game Boy. Éramos niños enfrentándonos a un nuevo universo repleto de criaturas que debíamos conocer para ser cada vez mejores, con sus propias reglas y convenciones. Por lo tanto, la imaginación se volvía un arma fundamental para entender mejor el juego, pero también en la mejor herramienta para elevar la calidad de unos gráficos y una jugabilidad que, a día de hoy, se han quedado irremediablemente anticuados. De esta forma, aventura e imaginación eran conceptos íntimamente unidos.

El arte promocional de los juegos actuales de la franquicia siguen apostando por darle ese aire de aventura

Los modelos eran tan poco detallados que la guía que los jugadores tenían para establecer cierta estética canon eran las maravillosas ilustraciones y el arte oficial de Ken Sugimori que acompañaban a las publicaciones impresas de Nintendo. Si bien el inexorable avance de la tecnología ha cambiado la forma en la que percibimos el juego, con entornos tridimensionales y modelos de tipo anime bastante detallados, así como pokémon que dejan más claro cómo ejecutan sus ataques y acciones, la jugabilidad no ha evolucionado en la misma medida. Incluso en ese apartado técnico mejorado encontramos muchas acciones que serían susceptibles de ser mucho más elaboradas.

Es en este punto donde la imaginación (aparte de un fuerte chute de nostalgia para compensar) sigue teniendo un papel fundamental a la hora de disfrutar estos títulos. Sin embargo, mientras que en el pasado era un elemento que elevaba la experiencia, en el contexto actual, con jugadores que han aumentado su bagaje vital en cuanto a los videojuegos de forma exponencial, puede convertirse en un arma mortal para una franquicia demasiado atascada en su pasado.

A la izquierda los diseños de los Pokémon de primera generación, a la derecha los de septima generación.

No solo eso, sino que la imaginación, tristemente, tiende a perder fuerza en pos del conocimiento a medida que crecemos. Hay muchos estudios que demuestran cómo, ha medida que cumplimos años, disminuye nuestra capacidad de pensar alternativas inesperadas o que se salgan de la norma. Somos pocos los adultos que tendemos a enriquecer las obras de entretenimiento que consumimos con ensoñaciones en nuestra vida diaria; hay obras, como algunos souls-like, que saben estimular la imaginación de los jugadores hacia derroteros productivos, convirtiéndola en el elemento diferenciador entre una buena experiencia y una condición de clásico imperecedero, capaz de cambiar el paradigma del videojuego actual gracias a su narrativa.

En cualquiera de los dos escenarios, tanto en el de un jugador que no conecta su imaginación como en el de uno que sí, la saga Pokémon se ve afectada en su condición actual. El que no pueda usar la imaginación para añadir valor a una experiencia tan conservadora, se encontrará con una saga demasiado anclada en esquemas básicos y deudores de un pasado lejano. El que sí la utilice encontrará frustración en el mismo momento en el que vea la enorme diferencia de calidad que hay entre la aventura que esperaba vivir y la que el juego le termina ofreciendo con sus posibilidades.

Los enemigos de Demon's Souls Remake

Habrá un tipo de jugador en el que la nostalgia pese lo suficiente como para generar una inmensa satisfacción comprobando lo inmovilista de sus sistemas, incluso es posible que los adultos mas creativos puedan seguir confiando en el poder de la imaginación para disfrutar de estas aventuras como antaño; en estos casos, Pokémon sigue siendo una saga valiosa íntimamente unida al uso de la imaginación como periférico.

Como ya hemos visto, tanto a nivel jugable (sobre todo en el plano narrativo, como vemos en ciertos souls-like o visual novels como Gnosia, donde se juega con la paranoia del jugador) como a nivel gráfico, la imaginación es un elemento capaz de marcar la diferencia en cómo los jugadores disfrutan de ciertos títulos. Aunque pareciera que su influencia podría haber quedado relegada a un segundo plano con la llegada de los estándares gráficos actuales, resulta muy estimulante ver cómo ciertos estudios pueden utilizarla en su beneficio a nivel jugable.

Sin ir más lejos, es el efecto que produce Elden Ring con su megalómana escala. Este tipo de juegos actúan a dos niveles gracias a su capacidad de fascinar: mientras estamos jugando, siempre tenemos rincones u horizontes evocadores que nos hacen embarcarnos en aventuras que no podemos predecir. Pero, y esto es lo más interesante, la imaginación cobra especial importancia cuando dejamos el mando y apagamos la consola. Esos momentos en los que estamos soñando despiertos, pensando hacia dónde nos vamos a dirigir o qué armas queremos encontrar, bien pueden considerarse como parte de la propia jugabilidad del juego y de la experiencia que han logrado transmitir al jugador. Este mérito y horas extra con un título, incluso cuando no estamos jugando con él, es gracias a un planteamiento destinado a estimular esa curiosidad y ansia de aventuras de nuestra más tierna infancia. 

Y vosotros, ¿en qué juegos habéis notado que la imaginación es una aliada en vuestras aventuras?

Alejandro Morillas Tellez

Fisioterapeuta/osteópata de día, hipnoterapeuta cuando es necesario y apasionado jugador de videojuegos por la noche. Los primeros juegos que relaciono como favoritos son Catherine, Vanquish, Overwatch y Kingdom Hearts. Pero siempre estoy disponible para un Tekken, un Vermintide o una maratón de Metal Gear.
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