En estos calurosos días de agosto, muchos estamos disfrutando de la propuesta de Shin-Chan: Mi verano con el profesor, un lanzamiento que, más allá de ser un regalo para los fans del impertinente niño de Kasukabe, supone una oda a un sentimiento muy arraigado en la cultura japonesa; un conjunto de referencias sensoriales y emocionales sintetizadas en la preciosa palabra Natsukashii, que, traducida, podría significar algo así como nostalgia feliz.
Si bien desde Occidente tenemos un concepto de la nostalgia y la añoranza del pasado desde una perspectiva de pérdida y tristeza, en la cultura nipona esta evocación supone un sentimiento de plenitud y máxima felicidad rememorando algunos de los instantes más felices de la vida. Normalmente están relacionados con vivencias de la juventud y con la naturaleza, algo que irremediablemente lleva a las vacaciones de verano a ser un período con la capacidad de convertirse en un cofre del tesoro lleno de valiosos recuerdos.
La premisa de Shin-Chan: Mi verano con el profesor es muy sencilla: la familia Nohara aprovecha las vacaciones de verano para ir al pueblo natal de Misae; allí se quedarán en casa de la que fuera su mejor amiga. No solo eso, sino que a su llegada la familia conocerá a un misterioso profesor que les da la oportunidad de probar de forma gratuita su última invención: una cámara que traduce en dibujos las fotografías que hace, cosa que usará Shinnosuke para ir rellenando un álbum con las vivencias de sus vacaciones.
Desde el primer momento el juego intentará sumergirnos en la ambientación del verano con sus planos, sus preciosas estampas del Japón rural y con su banda sonora, muchas veces silenciada por el evocador sonido de las cigarras y del silencio de una noche de verano fuera de las grandes urbes. Nuestro día a día pasa por la recolección de insectos (una actividad muy arraigada en el imaginario japonés) y la pesca, así como el recorrido de los impresionantes paisajes del pueblecito y por conocer a los habitantes del mismo; podremos ayudarles en su día a día, pero también disfrutar y aprender. Casi toda la jugabilidad se cimenta en mecánicas de los juegos wholesome, con pequeños minijuegos carentes de cualquier desafío, y cuya intencionalidad es la de sumergirte en un momento o circunstancia agradable, sin más pretensiones a nivel jugable. Muchas de estas actividades se basan en el descubrimiento y la exploración del entorno rural y la naturaleza; el juego tampoco se olvida de las amistades que se forjan en el descanso del verano y a espaldas de nuestra vida diaria.
Uno de los momentos más entrañables del título lo vivimos en sus primeros compases, viendo cómo una madre cuenta una historia a dos niños de la edad de Shin-Chan en el porche de su casa. La bucólica ambientación del momento, en una bella y silenciosa noche tenuemente iluminada por las luciérnagas, tiene algo de mágico. Por supuesto, podemos elegir si quedarnos o irnos bailando el “culito, culito”, movimiento al cual el juego dedica la friolera de DOS BOTONES (serio contendiente a GOTY), pero si has entrado en la premisa del juego, lo mas probable es que disfrutes del momento.
No es difícil disfrutar, al menos un par de horas, de lo que nos propone Shin-Chan: Mi verano con el profesor. Sin embargo, sí que me parece más complicado y fascinante cómo con un imaginario y un conjunto de recursos de la consciencia nipona este título es capaz de provocar ese Natsukashii que nos es tan ajeno en Occidente; una sensación que nuestra mente ni siquiera intenta traducir en recuerdos e imágenes que nos sean familiares culturalmente, sino asumiendo los estímulos que recibimos directamente de la cultura nipona. Esta cualidad es algo inherente a muchos productos audiovisuales japoneses, tanto en videojuegos como en anime.
El Natsukashii, un anhelo universal
Uno de los gags mas divertidos de Jujutsu Kaisen es cuando Todou, al conocer a su besto friendo Itadori, comienza a generar con él recuerdos de juventud que jamás existieron para justificar esa sensación fraternal. Más allá de la risa tonta que me entra cada vez que recuerdo la escena, sí que es algo que en cierta medida he experimentado con el consumo de productos de entretenimiento japoneses.
Esta iconografía es capaz de generar en espectadores y jugadores de cualquier origen una sensación de cálida añoranza de un pasado inexistente y ajeno
Hay muchos ejemplos de videojuegos que utilizan estos recursos con la intención de evocar esa nostalgia feliz. 13 Sentinnels: Aegis Rim juega con ventaja gracias a su soberbio apartado técnico, pero es imposible no enamorarse de sus escenas con un atardecer eterno lleno de significado: es el momento en el que el sol se esconde, el día está terminando; congelar el tiempo en el punto exacto en el que algo tan bello está a punto de finalizar marca un buen paralelismo con la vivencia de la juventud de forma plena. Esos tonos cálidos y anaranjados con una puesta de sol infinita y que muchas veces enmarcan instantes de una juventud que ojalá no fuera tan efímera, se utilizan frecuentemente para buscar ese Natsukashii. El videojuego, además, se sirve de todos los recursos que ofrece el medio para ensalzar esta nostalgia feliz con una mayor inmersión, uniendo al éxtasis visual y auditivo la posibilidad de interactuar con el momento y hacerlo nuestro.
Son muy comunes este tipo de escenas en productos de espíritu shonen y shojo, con personajes en edad adolescente que vivencian las emociones con la entrañable intensidad de esa etapa. Yakuza 6: The Song of Life y Yakuza 3 también utilizan estos recursos, poniendo en contraste directo a nuestro maduro protagonista con personajes mucho más jóvenes que él.
Animes como Bleach, Hajime no Ippo o Shigatsu Wa Kimi No Uso tienen escenas memorables con esta iconografía, capaz de generar en espectadores y jugadores de cualquier origen una sensación de cálida añoranza de un pasado inexistente y ajeno que, irremediablemente, le lleva a una traducción positiva y propia a nivel vivencial de dicha sensación; es decir, partiendo de un sentimiento colectivo que no podemos relacionar con vivencias personales de forma directa, se consigue que accedamos a nuestros recuerdos equivalentes a través de ese sentimiento. Gracias a unos recursos más amables y agradables a nivel sensorial, el imaginario japonés es capaz de transformar ese sentimiento en algo positivo, incluso en usuarios cuyos códigos les han enseñado a vivenciarlo de forma pesimista.
¿A vosotros os causan ese Natsukashii esta galería de recursos? ¿Qué os da nostalgia cuando jugáis a videojuegos?