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El infinito de No Man’s Sky: ese planeta no era para mí

Dejar un proyecto atrás y tomar un nuevo rumbo

No Man’s Sky ha sido una de las piedras angulares que han vertebrado mi gusto por los videojuegos en los últimos años. De hecho, mi entorno cercano está harto de que intente meter No Man’s Sky en cualquier conversación como si de un gag de Los Simpson se tratase. Y la verdad, aunque tengo muchos altibajos con ese videojuego, siempre me encanta regresar a él y descubrir lo que Sean Murray ha metido en su última actualización. Pero me he dado cuenta de algo: No Man’s Sky también puede ser una historia sobre el amor.

Las posibilidades de No Man’s Sky son tan amplias que es bastante difícil explicar qué clase de juego es, aunque lo primero que me llamó la atención fue su vertiente de exploración. Después me quedé en el juego por lo divertido que me resultaba buscar mundos perfectos, descubrir especies raras y construirme una base mientras soñaba con la casa que nunca iba a tener. Y entonces ocurrió. Encontré un planeta que no quería abandonar nunca. Encontré un lugar en el que podía cumplir mis deseos. Encontré un mundo para mí.

A partir de ese momento, yo lo tenía más que claro. Ese es el planeta en el que me asentaría y en el que desarrollaría todo mi potencial. Su ecosistema era bello, sus especies eran amigables, no tenía centinelas, el paisaje me evocaba tranquilidad, y tenía los recursos suficientes como para poder hacer todo lo que quisiera en él. Yo no tenía intención de asentarme en ningún planeta, pero es que ese rozaba la perfección. Me encantaba explorar sus montañas, valles y cuevas, entornos vírgenes que visité antes que nadie. Me encantaba la base que estaba construyendo, mejorando y ampliando poco a poco. Sencillamente, me encantaba ese planeta, y hacía lo que hiciera falta por él.

Planeta exótico de No Man's Sky
Encontré un planeta en el que deseaba quedarme

El planeta tenía una peculiaridad. Con mayor o menor frecuencia, solían sucederse unas tormentas extremas que ponían en peligro mi integridad si me exponía demasiado. «Ningún planeta es perfecto», me decía, a sabiendas de que estaba tomando una decisión arriesgada y que me ponía en peligro. A veces esas tormentas eran difíciles, pero eran algo para lo que tenía la suficiente fortaleza. A veces encontraba los recursos mínimos para sobrevivir en No Man’s Sky, pero siempre me sentí feliz viviendo aventuras y ese mundo se volvió más próspero.

Sin embargo, hubo un punto de inflexión. Una actualización de No Man’s Sky hizo cambiar el planeta que tanto idolatraba. La atmósfera se volvió tóxica de manera permanente, lo que provocó la muerte de las especies pacíficas. Algunas especies autóctonas se mantuvieron iguales, pero otras comenzaron a tener un comportamiento hostil, por no hablar de los horrores biológicos que comenzaron a pulular por algunos lugares. Explorar montañas, valles y cuevas pasó de ser una costumbre a convertirse en algo casi inviable.

El planeta y yo no estábamos en la sintonía de antes. Y cuanto más intentaba adaptarme a sus nuevas circunstancias, más complicado se volvía. Los últimos tiempos ya no eran brillantes, ni emocionantes, pero mi amor por ese planeta seguía velando por encima de todo lo negativo. Sin embargo, mi estancia en ese mundo de No Man’s Sky ya se volvió monótona.

Yo no me había dado cuenta, pero, además, otro explorador había aterrizado en el mismo planeta y, mejor preparado de lo que yo estaba, pudo explorar sus rincones sin necesidad de atenerse a los riesgos de su nueva atmósfera. Me di cuenta de que ese planeta no era para mí, que mi tiempo ahí había terminado y no logré adaptarme a sus cambios.

Naves espaciales surcando los cielos
A veces es mejor dejar un planeta y buscar otros lugares que explorar

El planeta me estaba echando. Antes de que me diera cuenta, ese mundo de No Man’s Sky ya me había dejado a mi suerte, y ya no pintaba nada ahí. Pero no quería irme, el apego y la nostalgia me impedían dejar ese planeta atrás. ¿Cómo iba a dejar algo que me había hecho tan feliz, hasta tal punto que jamás habría querido abandonar ese planeta? Bueno, eso lo tuve que pensar después de haberme marchado, porque tuve que irme antes de poder procesarlo. Por mi bien.

Me tocó asentarme en un planeta no muy lejano, pero en otro sistema. No paraba de pensar en todo lo que había dejado atrás. Mientras me tocaba aceptar que mis planes se habían caído como un castillo de naipes, traté de reacomodarme en ese otro planeta. Mientras tanto, trataba de asumir que no podía hacer otra cosa, porque de haber seguido ahí, me habría hecho más daño. Y hay heridas que a la larga se vuelven más difíciles de curar.

No podía pensar en otra cosa, así que la mejor opción que tenía era dejar durante un tiempo No Man’s Sky, hasta que aceptara todo lo perdido, todo el tiempo y amor que le dediqué, todos los planes que tuve que dejar atrás en aquel planeta. «Más adelante volveré a probar suerte en el mismo planeta», pensaba, aunque por fortuna, ese pensamiento nunca se convirtió en una acción. Pude dejarlo atrás y, tras volver a No Man’s Sky, pude pensar en los miles de millones de planetas que siguen sin descubrirse. Podría encontrar otra vez un mundo que me reconciliara con el juego.

Planeta con anillos en No Man's Sky
Buscar nuevos planetas es uno de los mayores atractivos de No Man’s Sky

Tardé más de lo esperado en volver a No Man’s Sky. Me di cuenta que si quería reanudar un proyecto a la misma escala que el que dejé atrás, debía tomar un tiempo de reflexión, durante el cual también me dispuse a explorar más planetas, en busca de un nuevo mundo que fuese capaz de ofrecerme lo que yo buscaba. Para mi sorpresa, encontré un nuevo planeta que despertó la ilusión en mí. Cuenta con centinelas y está lejos de mi nuevo centro de operaciones, pero si no hay contratiempos, me gustaría que fuera el lugar donde volver a desplegar todos mis proyectos.

Y es que No Man’s Sky es prácticamente infinito, y está repleto de maravillas. Y es posible que no demos con el planeta ideal a la primera, incluso cuando estábamos convencidos de ello, pero en los momentos más oscuros, incluso cuando un explorador toca fondo, puede hallar un lugar que se convierta en su luz. Y puede que, para lo que unas personas sea un planeta poco interesante del que pasan de largo, para otras sea el mundo al que desean dedicarle todo el tiempo y el cariño posible. No existen dos exploradores iguales, y no existen dos mundos iguales. Por eso mismo, todo lo que puedo decir es:

Seguid explorando. No renunciéis al amor.

Daniel García

Mis primeras aventuras comenzaron en un pixelado Pueblo Paleta con una Game Boy Color en la mano. Mis últimas aventuras, sin embargo, son en alta definición y conectado a Internet. Los tiempos cambian, pero se mantiene la esencia.
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