Artículos

Empresas comprando empresas, qué mal rollo

Y sin decir "monopolio" en ningún momento, tiene mérito

Abriendo la veda como si de un saque honorífico se tratara, Microsoft nos sorprendió a todos a finales de 2020 con una compra masiva e imposible de predecir. Bethesda se unía a Xbox Games Studio por la nada olvidable cifra de 7.500 millones de dólares, revolucionando y poniendo patas arriba a prensa y jugadores por igual. ¿Qué iba a ocurrir a partir de ahora con The Elder Scrolls, Fallout o Starfield? ¿Qué hay de Doom, Dishonored  o Wolfenstein? Un montón de caos, rumores, noticias con fuentes poco fiables y debates basados en pura especulación fueron sucediéndose los siguientes días, y no era para menos.

Poco después de esta compra, se habló muchísimo de otra compra por parte de Microsoft. Según parecía, Sega podría unirse más pronto que tarde a Xbox Games Studio. Ya todo era posible, ¿no? ¿Y si, en lugar de Sega, era Electronic Arts? ¿O Ubisoft? ¿Quién marcaba, desde este momento, el techo de qué era posible con un buen fajo de billetes en la mano? Al final no ocurrió nada, y pasamos todo 2021 con el carrito de Microsoft en barbecho. Hasta, claro es, iniciado el año actual.

¿Recuerdas dónde estabas cuando se anunció que Microsoft había comprado Activision Blizzard por 68.700 millones de dólares? La casa de Xbox, dando un golpe sobre la mesa como jamás había ocurrido antes en la historia de nuestra industria, se llevaba a su bolsillo franquicias como Call of Duty, Diablo y World of Warcraft por la modesta cifra de casi setenta mil millones de machacantes. No sé ni cuántos ceros hay ahí. En ese momento, como era esperar, las redes sociales explotaron en una oleada de mensajes de gente sorprendida e incapaz de creerse lo que acababa de suceder.

Cuando el shock inicial se calmó, empezaron a formarse las primeras opiniones, algunas más comedidas y otras, como viene siendo habitual, de gentuza que disfruta peleando entre bandos y consolas. Había gente que se alegraba por la compra porque, aparentemente, se quedaría sagas importantes en su máquina, impidiendo el disfrute a otros. Por otro lado, otras personas se alegraban deseando que Microsoft pudiera hacer un lavado completo a Activision después de todas las polémicas en las que se había visto envuelta el año anterior.

Yo tenía mis dudas, y las sigo teniendo. No me hace especial ilusión que una empresa tan grande como Microsoft tenga bajo su techo tal cantidad de nombres y franquicias que llevan tiempo siendo multiplataforma, aunque tampoco nos han confirmado la estrategia que seguirán en el futuro. Quizás prefieren vender sus juegos en todas partes, como hasta ahora, asegurándose dinero por cada venta en lugar de mantener los títulos por venir exclusivos bajo su ecosistema. De momento, son todo suposiciones. Y, si tenemos que fiarnos de una multinacional para que piense en nosotros, los jugadores, antes que en sus propios beneficios, estamos en la mierda.

Pero, tan solo 13 días después, el día 31 de enero, Sony anunció que había comprado Bungie por 3.600 millones de dólares. Los padres de Halo y ahora responsables de Destiny se unían al equipo de desarrollo de Sony para, aparentemente, contribuir con su conocimiento y experiencia sobre juegos como servicio. Ignorando que algunos creían, por algún motivo, que esta compra significaba el fin de Halo en Xbox, sí resultaba bien curioso que Bungie, tras estar en Microsoft y, años después, en Activision Blizzard, ahora perteneciera a Sony. ¿Qué hubiera pasado si Bungie no se hubiese separado de Activision Blizzard unos años antes? Interesante, desde luego, cómo habría cambiado la cosa a día de hoy.

Ahora los creadores de Halo pertenecen a Sony, mientras que Crash y Spyro son de Microsoft. Curiosa simulación la que nos está tocando vivir, sin duda. Pero esto no es una simulación, ni tampoco un simulacro. Con las compras ya en marcha y, en principio, dispuestas a realizarse sin mayor problema, el futuro de la industria parece estar virando en una dirección que a mí, personalmente, no me hace gracia.

Me dan bastante igual las consolas, es cierto. Llevo jugando de forma casi exclusiva en PC casi una década, quitando las maquinitas de Nintendo. Las peleas de críos de 40 años con The Last of Us y Gears of War como bandera me dan una vergüenza ajena difícilmente descriptible, para qué negarlo. Aún así, las decisiones que toman empresas tan importantes de nuestra industria nos afectan a todos, incluso aunque no seamos sus clientes. Xbox Game Pass afecta a los usuarios de PlayStation, y lanzamientos como Horizon Forbidden West apostando por el blockbuster también hace mella dentro de Microsoft, por muchos que algunos se empeñen en creer lo contrario. Y, de hecho, esto nos beneficia a nosotros. La competencia es lo mejor que nos puede pasar como jugadores. Juegos de alto calibre, un gran catálogo y servicios de calidad al menor precio posible, en eso consiste la competencia.

Esta competencia comienza a difuminarse cuando menos empresas hay tomando decisiones. Si dejamos que unas pocas tengan un control masivo de toda la industria, dependeremos exclusivamente de lo que esa gente decida por nosotros, sin poder hacer nada más que aceptar y apechugar con el monstruo que hemos permitido que se creara. Celebrar este tipo de actos, por ende, es celebrar un futuro incierto protagonizado por tan solo dos o tres nombres, con una competencia mucho menos importante, con unas condiciones mucho más pobres para nosotros, los clientes, y una nula necesidad de ofrecernos algo mejor que el resto.

Tencent, la empresa china de la que seguramente hayáis oído hablar, lleva años haciéndose poco a poco con una gran parte de la industria. Agenciándose y colocando sus manos sobre un montón de bazas distintas, se asegura ganar, pase lo que pase, sin preocuparse más allá de cuál será su próxima inversión. Y si, además, nos ponemos a hablar de moralidad dentro de una empresa que rinde cuentas a cierto gobierno de cierto país, bueno, mejor lo dejamos ahí y ya cada uno que saque sus propias conclusiones.

Por supuesto, no sabemos qué va a ocurrir. Desconocemos los planes que semejantes titanes de dinero y poder tienen en sus respectivas mentes, no es tan fácil pronosticar qué nos deparará el futuro de la industria del videojuego. Aún así, creo que podemos estar todos de acuerdo en que, sabiendo cómo funcionan las empresas y lo que deben hacer para llegar a estar donde están, lo más probable es que sus ideas revolucionarias no vayan en favor nuestro, sino suyo. Única y exclusivamente suyo, camuflado bajo mensajes públicos repetitivos que traten de engañarnos con comentarios positivos respecto a este tipo de compras y adquisiciones, intentando que los veamos como unos amigos que se preocuparán por nosotros si les damos la mano, no sin antes tirarles la mayor cantidad de dinero posible a la cara, claro.

Nosotros, usuarios y jugadores, tenemos cierta responsabilidad. Nuestro mejor método para hacer frente a las prácticas que van en nuestra compra es, precisamente, nuestro dinero. Comentarios negativos en foros y redes sociales no cambian absolutamente nada si después el dinero no habla la misma lengua. “Quejaos lo que queráis, cada vez ganamos más y más”. Por supuesto, esa utopía apenas funciona nunca. Alguna vez el público sí ha tenido la fuerza suficiente para cambiar malas prácticas, haciéndose notar a esa gente que maneja los hilos desde su despacho del tamaño de vuestras casas y con una mesa más cara que el sueldo de todo un año de una persona normal y corriente. Estas excepciones son, eso, excepciones. Momento que demuestran lo que podemos realizar si nos unimos todos en un mismo barco. Pero, claro, algunos están demasiado entretenidos peleándose por defender su caja de plástico de 500 pavos en lugar de preocuparse por lo que de verdad le afecta. Nintendo contra Sega, Sony contra Microsoft, imbécil contra imbécil. Qué pena que tenga que restringir cierto lenguaje en estas palabras para describir a esos seres infrahumanos, tendrá que quedarse así.

Este texto no va a cambiar nada, ya lo sé. Tampoco es mi intención. La gente a mi alrededor ya sabe lo que opino al respecto de estas prácticas, de esos defensores de empresas multimillonarias y de la situación de la industria del videojuego en general. Y, ahora, vosotros también la conocéis un poquito mejor. Si bien no os puedo exigir qué hacer con vuestro dinero, y siempre hay que respetar las decisiones de cada uno, tan solo os pediré una cosa antes de terminar: no me jodáis, no seáis de los que se lanzan al barro contra “el bando enemigo”. No tenéis siete años.

El tiempo dirá qué ocurre con estas compras, por supuesto. Quizás, por una vez, piensan en nosotros, los jugadores, y no únicamente en su beneficio. Quizás estas palabras en cinco años carecen de sentido alguno. Eh, ojalá, también te digo. Ojalá me callen la boca con sus decisiones en el futuro. Pero, seamos sinceros, ¿alguno de vosotros espera de verdad que eso pase? Va, que no hemos nacido ayer, sabemos cómo funcionan estas movidas. Al menos, eso sí, parece que Bobby Kotick se largará de Activision Blizzard el año que viene. Si algo bueno podemos sacar de todo esto es que nos libramos de uno de los mayores parásitos de nuestra industria. Lo malo es que se llevará una millonada igualmente. Al final, siempre ganan los mismos, y siempre perdemos nosotros.

Otros, de mientras, van a su marchica

Daniel "Kirby" Martínez

Estudiando Diseño Narrativo y escribiendo sobre la marcha. Soy el de los artículos sobre indies bonitos, la pelirrosa que te comenta los lanzamientos semanales por Twitter y el que pincha dubstep de vez en cuando.
Apoya el contenido de NaviGames con tus compras en Amazon
Botón volver arriba
X