AnálisisSwitch

The Pathless – Análisis Switch

Un lugar donde quedarse

Algo así decía David Byrne en una de las canciones más exitosas y celebradas de los Talking Heads, que el amor es la calidez de un hogar, el tiempo y su fugacidad, un grito de reconciliación con las imperfecciones y una buena lupa para los pequeños detalles. 39 años después, sin intención de simular sorpresa ante una banda que fue capaz de firmar un disco tan vibrante y original como Remain in Light, su melodía sigue navegando en nuestras afortunadas cabezas como un hallazgo irónico pero descaradamente esencial.

Entonces una mirada humana y existencialista, aunque confusa, siempre podría recurrir a un refugio, una vía de escape, un lugar donde quedarse. Y claro, ahí es donde entran las artes, en este caso los videojuegos. Ocurre que aventuras como The Pathless, de los creadores de Abzu, guardan una relación más o menos estrecha con esta apasionada acumulación de significados. En un mundo sometido por las garras de la oscuridad y el horror, la paz es la medicina que cura el vacío después de una maldición.

Siguiendo el hilo de lo anteriormente mencionado, resulta que nos ponemos en la piel de una cazadora muy valiente y simpática que llega a una isla remota con el fin de erradicar una fuerza maligna que amenaza con asolar por completo sus tierras. No le han puesto nombre, y no es la primera que intenta vestirse de ángel de la profecía para intentar restaurar el orden, pero tiene una puntería de escándalo con su poderoso arco y está destinada a llevarse muy bien con un águila monísima, el compañero ideal para contemplar los territorios desde las alturas y enfrentarse a lo desconocido.

Tiene fiebre o algo

Aunque la trama en su conjunto es tan lineal y corriente que asusta, permite desviarse del camino trazado sin fisuras y ofrece un espacio muy valioso y reconfortante para explorar la amplitud de los campos y disfrutar de una libertad que incluso se presta a potenciar los métodos narrativos del propio videojuego. Alimentar la curiosidad mediante lo fantástico, reconectar con las raíces de la naturaleza, entender su esencia, su cercanía y su relevancia simbólica en el argumento, reconocer el dolor y la pérdida de la misma a través de los lamentos de las almas que cayeron derrotadas mientras aguantaban su último aliento antes del desastre.

The Pathless, desde una suavizada tragedia, nos habla de aquellos espíritus que no pudieron más, a pesar de intentarlo todo. Desemboca, tarde o temprano, en una reflexión contradictoria, que en este caso no tiene nada de malo, y estética sobre la libre elección, si así lo quieren; es decir, ¿hasta qué punto somos dueños de nuestra capacidad de decisión en un universo que avanza imperdonablemente hacia el abismo? En una carrera contra el tiempo, ¿podemos sobrepasar esa inexorable carga? ¿Es posible ser más rápido que el curso de la vida? ¿Moriremos antes de que Bloodborne salga para PC? Muchas preguntas, pocas respuestas.

Basta con dejarse llevar en los primerísimos compases de la obra para descubrir una de sus mayores fortalezas, el excelente sistema de movilidad que utiliza nuestra protagonista para adaptarse al entorno y así exprimir cada rincón, un ejercicio tan sencillo como disparar a una serie de objetivos o emblemas esparcidos en los distintos escenarios a fin de llenar una barra de energía, ganar impulso y moverse más rápido.

Todo esto lo recorres en un suspiro gracias a la agilidad de los controles

Se trata de una integración perfectamente consciente de sus límites y valores; una mecánica estelar bañada en un dinamismo digno de cualquier título reseñable de ritmo y coordinación, el testigo de una habilidad trepidante para sucumbir al más ligero de los placeres, el tacto entrenado de un jugador, su mando hecho polvo y la estimulante ligereza de una pluma. Vale, no es que ocurra nada especialmente interesante en el mapa, pero la diversión de ir a toda leche y llegar a cualquier lugar en pocos minutos es prácticamente indiscutible.

Otra buena noticia es que, al menos, hay más cosas que hacer aquí y allá. Por ejemplo, cabe destacar que un motor muy determinante para The Pathless son los rompecabezas, una mezcla demasiado familiar de enigmas que se diluyen sin demasiada imaginación entre numerosas plataformas, interruptores y engranajes. Forman parte de un marco imprescindible para no aparcar el desarrollo de la propuesta; sin embargo, por razones más bien dolorosas, caen en lo redundante y lo pasajero con una brevedad arrolladora.

Por otro lado, entrando en una materia que a muchos nos chifla, cargamos con la ardua tarea de librar  combates contra temibles y majestuosas criaturas que, con especial gusto, cumplirán su rol de jefes de zona o vigilarán el interior de un peligroso vórtice rojo que aparece periódicamente. Si recordáis mis impresiones sobre los aspectos más importantes de la jugabilidad, no se considerará impuntual declarar que aquí el frenesí juega ahora un papel similar, pero con una destreza añadida cuando se centra, sobre todo, en las bases del enfrentamiento. Si te quieres enterar tú solo de la copla, deberás activar tres torres con las runas que consigues al resolver acertijos y limpiar la maldad del dios correspondiente.

Mucho azul, mucha paz. No es azar

Es lo que sucede cuando la simbiosis entre un combate acelerado y las articulaciones de un puzle en movimiento funcionan, que se logra el equilibrio que no se pudo encontrar tras un desorden de artilugios, botones, antorchas y flechazos que a saber qué activan. En esta situación, entra en escena un pequeño y atractivo componente estratégico que nos obligará a saber posicionarnos y pondrá a prueba nuestro entendimiento de las ya mencionadas mecánicas. Correr y saltar es pan comido, saber cuándo hacerlo es diferente.

No son especialmente estimulantes, por desgracia, las fases de sigilo que se activan cuando nos engulle la dichosa nube rojiza. El misterio, si es que se espera, es realmente nulo. Nuestra águila se separa de la guerrera frente a una indomable corriente de perversidad, por lo que necesitaremos rescatarla sin que el enemigo nos vea. Si me preguntáis, una sección innecesaria que obstaculiza injustificadamente la privilegiada parsimonia de la obra.

¿Debería sentirme culpable por haber dejado para el final la virtud más resplandeciente de The Pathless? Algunos enterados responderán que no, pues suelen decir que lo mejor se encuentra aquí, así que decido proseguir sin vergüenza ninguna.

Que hablamos de un videojuego precioso visualmente es obvio; en cambio, aferrarse a un esquema tan superficial sería, para mi gusto, aplicar una visión muy reduccionista sobre el trabajo que se ha hecho aquí. Destaca una paleta de colores fríos y cálidos excepcional, armoniosa e incapaz de manejar códigos no representativos.

Algunos planos de The Pathless son dignos de colgarlos en la pared de tu cuarto.

El bien y el mal, la oscuridad y la luz, el riesgo y el sosiego, la soledad y la viveza, elementos que se intuyen incompatibles y extremistas y replican una lógica metafórica que, ante todo pronóstico, fluye con la cadencia de las pinceladas de una y muchas manos sabias, concentradas. Un espectáculo delicado y fundado que se alza como la pareja perfecta de una banda sonora que musicaliza con esmero sus vastas fronteras ambientales.

En este apartado, sin duda, compramos lo memorable del invento. Aun cuando resulta inevitable experimentar algún que otro bajón de fps y se nos enreda la labor de contemplar la belleza de sus ideas, los pequeños detalles brillan en su máximo esplendor para mostrarnos la belleza del camino, con sus demostradas luces y sus sombras.

The Pathless es un título muy sencillo en líneas generales, por lo que no será difícil subrayar rápidamente sus aciertos y sus errores. Dispone de una jugabilidad ampliamente práctica y enormemente satisfactoria para exprimir al máximo la estructura de sus hermosos entornos, pero su verdadera utilidad se empieza a cuestionar cuando se entrelaza con una serie de rompecabezas en esencia olvidables que afectan directamente a las entrañas de su ritmo mecánico y narrativo. Es una aventura agradable, efímera, a ratos emocionante e inmersiva. De un interés apreciable y, en todo caso, portentosa en sus formas.

The Pathless

Puntuación Final - 6

6

Interesante

Muchas luces y sombras para esta sencilla, pequeña, dinámica y llamativa aventura. The Pathless, de algún modo, nos acerca a la indescifrable e implacable belleza de la naturaleza con una sensibilidad habitual, pero funcional.

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Antonio Marchena

"Pero ahora bailamos este macabro fandango, y cuatro años habrán de pasar para poder descansar". Bueno, llevo más de una década enamorado de un fontanero al que le chifla meterse en tuberías seguramente malolientes. No me quejo.
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