AnálisisPS4

Análisis de Nuclear Corps: Veterans in Fukushima para PS4

Otro paseo por el museo de las tradiciones

Siempre permanecerá en el ser humano la necesidad de cambiar de aires y experimentar algo completamente original, un soplo de aire fresco capaz de redirigir conceptos ya asentados que, en este caso, podemos señalar banalmente como grandes pilares de la sociedad del entretenimiento. No obstante, seguro que en más de una ocasión habéis escuchado el popular argumento de «Si funciona, ¿por qué hay que dejarlo atrás?»; una cita que puede reflejar lo bueno y lo malo de sentirse atraído por la zona de confort.

Una cosa que tengo muy clara es que, de poder elegir entre un buen plato de macarrones de mi madre y una microscópica (que no carente de audacia) demostración de alta cocina, me decantaría sin dudarlo con la primera opción. Porque, en momentos puntuales, se agradece un encuentro cotidiano con las tradiciones, las raíces con las que desconectamos de una realidad compleja y decadente cuando se lo propone.

Supongo que Jokoga Interactive, desarrolladora de Nuclear Corps, quiso apostar por esto mismo: basar los principales objetivos de su proyecto en lo sencillo, lo efectivo. Sus intenciones son dignas de aplauso, pero el resultado final, por desgracia, no ha sido tan satisfactorio. Contemplemos con mayor detenimiento lo nuevo de PlayStation Talents.

La aventura no va a ser fácil, pero a ellos les da lo mismo.

Nos sumergiremos en una aventura con tintes noventeros para seguir los pasos de Lola, Dordok y Smartie, tres ancianos retirados que se embarcarán en una misión tan peligrosa como necesaria, evitar la expulsión de radiación nuclear de la propia central de Fukushima. Hablamos de un hecho real dominado por la angustia y la catástrofe, un acontecimiento que perturbó a la civilización allá en 2011, que se dice pronto.

Que los creadores de este humilde título hayan partido de una base tan sobrecogedora como aquella terrible situación grabada en la historia de la humanidad es, definitivamente, un paso muy interesante para crear una obra con mucho que decir. La verdadera situación es que, aun con destellos de talento evidentes, resulta difícil encontrar algún mensaje revelador o especialmente ingenioso sobre el suceso, pues la verdadera apuesta late en las proposiciones jugables, un conjunto bastante irregular de resultones diseños y ejecuciones discretas.

¿A quién le importa dejar de pisar el suelo durante unos cuantos segundos cuando puedes balancearte a lo Spider-Man?

Nuclear Corps es un videojuego de acción y arcade en el que tendremos que controlar a nuestros tres protagonistas combinando sus habilidades para eliminar a las visibles amenazas y resolver los rompecabezas presentes. Lola puede moverse más rápido y alcanzar con su gancho lugares donde nadie más puede llegar, Dordok, personaje al que le voy a asignar el nombre de Maestro Roshi Ibérico, puede defenderse con un escudo y soltar un poderoso puñetazo para aturdir a los enemigos, y Smartie puede hacer uso de su arma para atacar a distancia y desintegrar a todo aquel que se cruce por su camino. Nuestro viaje, en resumidas cuentas, se reduce a superar un determinado número de fases y hacer frente a jefes finales con los que será mejor no confiarse.

Por un lado, aunque la curva de dificultad peque de contadas irregularidades, se puede notar un diseño de puzles simple pero interesante que invita al jugador a pasar un rato ameno mientras busca la manera más óptima de combinar los talentos de cada individuo. Sin embargo, por otro lado, la mayor condena de este título aparece cuando cogemos el mando, pues el control es tosco e impreciso, una acumulación de decisiones fallidas que frustrarán al jugador y que no hacen justicia a aquellas propuestas arcade con la capacidad de mantener al usuario atrapado en una espiral de superación y diversión. En otras palabras, Nuclear Corps es un juego de acción al que le falta mucho frenesí y algo más de cálculo a la hora de pulir sus bases principales , y esos errores en su género pueden ser fatales.

Los enfrentamientos definitivos podrían dar más de sí, pero algunas ideas no están del todo mal

Es en el lo visual donde reside un estilo artístico agradable que puede descansar en la retina como un entrante decente. Al igual que la jugabilidad, la complejidad no es el punto fuerte de este apartado, pero sus simpáticos diseños, tanto de los héroes como de los enemigos podrían sacarte una ligera sonrisa en mitad de unos pasables escenarios que al menos cumplen con su función, recrear de una manera muy simplificada y, desde luego, más amigable, ese ambiente nocivo y hostil con el que no nos quedará otra que lidiar.

En cuanto a lo técnico, he de decir que me encontré con una moderada cantidad de bugs que ocupan todos los niveles, desde anécdotas tontas hasta tropiezos más serios. Evidentemente, esto no ayuda en absoluto al resultado final, que ya hace aguas con otros elementos, bajo mi criterio, mejorables.

Teniendo en cuenta lo comentado anteriormente y que completar Nuclear Corps no nos llevará más de tres o cuatro horas, imagino que la mayoría seréis conscientes de que estamos ante un videojuego que no ofrece tantas cosas como debería, y es una verdadera pena. Siendo justos, Jokoga Interactive ha acertado con algunas teclas, pues su proyecto posee una disimulada pero detectable chispa de carisma y la estructura de los niveles, en líneas generales, está resuelta con las ganas y el tacto suficientes como para despejar el aburrimiento por un tiempo limitado. Más allá de eso, lo único que vemos pasar es una premisa cuya funcionalidad se agota demasiado deprisa.

Nuclear Corps: Veterans In Fukushima

Puntuación final - 5

5

Correcto

Estamos ante un caso que puede resultar muy familiar, un conjunto de ideas bastante bienintencionadas y prometedoras que, por desgracia, no han sido plasmadas de la manera más óptima bajo los mandos.

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Antonio Marchena

"Pero ahora bailamos este macabro fandango, y cuatro años habrán de pasar para poder descansar". Bueno, llevo más de una década enamorado de un fontanero al que le chifla meterse en tuberías seguramente malolientes. No me quejo.
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