Llego a mi puesto de trabajo, recién despierto. Me siento en mi silla y veo el periódico de hoy: «¡Nuestra gran flota por fin ha triangulado la posición de la Nueva Tierra!». Lo dejo a un lado y me acerco a la única ventana de mi cuarto, donde veo en la oscuridad del espacio las obras que hemos ido construyendo estos meses. Desde el almacén de patatas hasta el monumento a nuestro líder. Vuelvo a mi puesto y empiezo mi jornada. Hoy toca montar la nueva estación de energía, así que será mejor hacerlo rápido.
Cuando mi dron entra en órbita, veo como los protestantes están haciendo huelga por la expansión de la jornada y la reducción de comida. Mientras busco una forma de no hacerles daño, unos astronautas del ejército armado abren fuego sin previo aviso contra los trabajadores en huelga. Intento cubrir a mis compañeros y empujar a los militares, pero no soy lo suficientemente rápido.
Los disparos alcanzan fácilmente a sus objetivos y los obreros empiezan a caer uno a uno. Me quedo unos segundos congelado, antes de seguir con mi trabajo. Con mi dron, manchado de la sangre de mis compañeros, termino de montar la estación de energía y me centro en terminar mi jornada laboral. Una vez acabada, me quedo dos minutos frente a la pantalla en negro, hasta que decido levantarme e ir a comprar un par de patatas con el sueldo que he ganado esta semana.
Cuando vi por primera vez Kosmokrats me esperaba un juego completamente humorístico, que no se tomaba en serio a sí mismo. Esto no es malo, y de hecho en parte agradecía de poder disfrutar de un juego que solo buscada sacarme una risa ocasional mientras me desafiaba con sus puzles. Pero no podría haber estado más equivocado, ya que cuanto más avanzas en esta cómica historia, más trágica se vuelve.
Montando módulos
Pixel Desilusion ha sido capaz de coger dos elementos opuestos y combinarlos en su narrativa para crear una especie de tragicomedia de lo más intrigante
Cuando empezamos Kosmokrats no somos más que un pelador de patatas. Nuestro oficio consiste en pelarlas para que nuestros compañeros puedan comer, un trabajo de lo más imprescindible. Por fortuna o desgracia, esto no dura mucho, ya que somos trasladados y ahora nos toca controlar el dron que monta los diferentes módulos de la estación espacial. Mas no estamos solos, ya que nuestro superior nos enseñará los conceptos básicos a la hora de mover trozos de estructuras en el espacio.
El concepto es simple: juntar diferentes partes del módulo a través de punto de unión de diferentes colores, que actúan como imanes. Nosotros solo podemos movernos y activar un imán para atraer las piezas (que cuenta con una batería limitada). Así que deberemos fijarnos en donde encajar cada pieza y confiar en nuestras habilidades de la física para conseguirlo.
Aún así, Kosmokrats cuenta con un sistema de dificultades con varias opciones, permitiendo que cualquier persona pueda jugar con una experiencia ajustada a su medida. En el nivel más difícil, las leyes del espacio se aplicarán, y la inercia de los objetos no se detendrá nunca. Así, un mal golpe puede significar el tener que reiniciar la misión desde el principio.

Al llegar a la curva de dificultad es cuando hay algunos problemas. Unas misiones son realmente sencillas y otras requerirán un orden específico a la hora de colocar las piezas en un tiempo bastante estrecho. Debido a esto, algunas veces Komokrats se siente como un paseo por el parque y otras una operación que requiere precisión milimétrica.
No todo es el trabajo
Una de las cosas que más me ha llamado la atención cuando he jugado a este título ha sido la variedad de actividades que ofrece. Entré pensando que tendría que hacer el mismo tipo de misiones todo el rato, que no tiene por qué ser algo malo, pero que desde luego puede llegar a ser repetitivo. En cambio, me topé con que el juego sabe establecer un ritmo muy variado para no cansar al jugador.
Para empezar contamos con las cinemáticas, que son cortas, entretenidas, y normalmente llenas de humor, incluso en las que se tratan los temas más serios. Estos momentos de más relajación nos permiten descansar de la acción contrarreloj de los puzles. Pero no todo acaba ahí, porque también tenemos varias actividades para realizar.
La primera es una videoconsola, donde podremos disfrutar de varios minijuegos a modo de guiños de alguno de los títulos más clásicos de la industria. Cada uno es completamente diferente y permite distraernos un rato si nos sentimos quemados de la mecánica principal de Kosmokrats. La segunda será una mucho más ocasional: cada cierto tiempo en la historia tendremos algunos puzles de encajar piezas en un área 2D que al completar nos ofrecerán mejoras temporales para nuestro dron.
Por último, tenemos el propio espacio donde trabajamos. Mirar por la ventana las construcciones que llevamos, leer el periódico de la semana, gastar nuestro dinero en comida y diversos objetos, como un documental que podremos ver con un estilo artístico único, ver las medallas que hemos obtenido, ver que estados van a afectar a nuestras próximas misiones, etc…
Con todas estas opciones, es difícil llegar a cansarse de Kosmokrats. El hecho de poder marcar tu ritmo con tantas opciones también hace que se sienta un título mucho más orgánico de lo que podría parecer a primera vista.
El hombre elige, el esclavo obedece
Pero no ha sido ninguno de estos factores lo que ha hecho que Kosmokrats me haya atrapado, aunque hayan ayudado en parte. Lo que me parece su mayor virtud es cómo introduce una historia llena de decisiones importantes y tragedia en un ambiente que sigue siendo cómico. El equipo de Pixel Desilusion ha sido capaz de coger dos elementos opuestos y combinarlos en su narrativa para crear una especie de tragicomedia de lo más intrigante.
Como ya he dicho, no solo será el hecho de cómo evoluciona la historia lo que nos hará querer seguir jugando, si no que cuenta con un sistema de decisiones que puede cambiar el transcurso de ésta de un momento a otro. Y lo mejor de todo, es que la mayoría de estas decisiones son orgánicas y están implementadas en el propio gameplay.
No te unes a la huelga de trabajadores pulsando «Sí» o «No» en una pantalla, si no que lo eliges dejando de trabajar en el módulo que tienes delante o acabando con los protestantes con tu dron. No decides intentar acabar con el régimen de mando solo diciendo que te vas a comprometer, si no que tendrás que hacer tu trabajo de una forma mucho más difícil si quieres ayudar de verdad. Esto provoca que las acciones tengan un mayor peso de forma natural y que se sientan más reales.

Pero esto no quita que Kosmokrats deje su característico humor de lado ni un solo momento. Entre las referencias al cine y videojuegos, diálogos que nos sacan alguna sonrisa y la parodia que contiene sobre la rivalidad entre la ideología comunista y capitalista, está claro que éste también es uno de sus pilares.
Conclusión
En ocasiones como la que nos ocupa, agradezco mucho dedicarme a escribir análisis de videojuegos, porque encontrar un título como Kosmokrats ha sido toda una sorpresa que no me esperaba. Con esto no quiero decir que sea un juego perfecto, porque como toda obra tiene sus fallos, como su curva de dificultad que varía demasiado entre niveles y la confusión que puedes sentir en los puzles más exigentes. Me refiero a que ha sido un título que ha puesto sobre la mesa una propuesta que no se suele ver, y que tiene una gran cantidad de juego a la hora de transmitir una historia.
Es difícil recomendar este título a un público en concreto. Si te gustan muchos los puzles igual encuentras que Kosmokrats se queda algo detrás, y si buscas una experiencia completamente narrativa igual esto te sabe a poco. Pero si lo que tienes es curiosidad por ver enfoques que no solemos ver dentro de la industria, dudo que te arrepientas de dar una oportunidad a este divertido juego.
Kosmokrats
Puntuación Final - 8.5
8.5
Recomendado
Un juego de puzles que transmite una narrativa que recuerda mucho a la tragicomedia. Aún con una curva de dificultad floja, ofrece una propuesta muy llamativa.