AnálisisSwitch

Análisis de Islanders: Console Edition para Switch

Un mundo de relajación

Cada juego ofrece algo distinto, una experiencia única que incluso siendo igual que otras cambia en esencia. A veces lo que ofrecen es vivir intensas aventuras o truculentas campañas militares. Otras veces ofrecen desahogo o, simplemente, dejar pasar el tiempo.

En este caso tenemos un juego con un aspecto tan sencillo que nos puede llevar a pensar en él casi como un pasatiempo completamente temporal y prescindible. Pero nada más lejos de la realidad, ya que Islanders, y más para Nintendo Switch en esta Console: Edition, nos ofrece una serie de puzles interminables en los cuales nos sumergiremos en una mezcla de estímulo y ejercicio mental, además de puro relax.

El primer encuentro con Islanders puede ser un poco confuso, al menos a priori, ya que apenas llevemos pocos minutos enseguida tendremos todo claro y sin apenas explicación. El tutorial nos explica cuatro cosas sobre elegir entre dos paquetes de estructuras y cómo colocarlas, pero a base de ensayo y error rápidamente entenderemos el mecanismo tan sencillo que gobierna este juego.

Esencialmente nos enfrentaremos a una serie de puzles camuflados de gestión de una isla donde dos factores serán esenciales para continuar jugando. El primero es la elección de los paquetes que instalaremos ya que cada isla es distinta. Si tiene muchos árboles, desierto, rocas, etcétera, serán factores determinantes para decidir dónde colocar determinadas construcciones, puesto que estas afectarán no solo a los puntos que conseguiremos sino a la colocación de los demás elementos, y aquí es donde entramos en el siguiente punto. La distribución y por tanto colocación de las construcciones.

Esta elección determinará el resultado de la isla

Esta parte merece un párrafo propio y es que, a la hora de la verdad, cómo colocamos las cosas es clave para la victoria, ya que, según vayamos desbloqueando paquetes, estos nos darán construcciones con las que conseguiremos, por un lado, una puntuación total, y por otro, una puntación específica para conseguir más paquetes. Si fallamos en nuestro empeño y agotamos las construcciones antes de completar la puntuación especifica o la puntuación de la isla, game over. La verdadera finalidad es completar la puntuación de cada isla para pasar a la siguiente y volver a empezar, siendo en este caso Islanders un juego infinito cuyo final lo determina nuestra propia habilidad. Tendremos al final nuestra puntuación total como referencia para saber qué partida ha sido la mejor.

Además del sistema de puntuaciones tenemos un modo libre en el cual construir simplemente y, a la hora de la verdad, esta es la verdadera esencia de Islanders. No estamos ante un juego que se limite a hacer lo suyo o plantearnos un reto, estamos ante una obra pensada para abstraernos de nosotros mismos, teniendo sus mecánicas como excusa.

La forma tan sencilla en la que mezcla sus mecánicas con la música y lo poco que podemos hacer es verdaderamente magistral. De alguna manera ese contenido, que en esencia es poco, se convierte en todo un universo de islas en las cuales tenemos que crear diferentes civilizaciones sin mayor pretensión que la funcionalidad en cuanto a los puntos, o en todo caso la estética.

Cada partida acaba con nuestra puntuación total, superarse es un reflejo inevitable

Puede que desde fuera el nivel de inmersión y de compromiso que nos propone Islanders sea difícil de percibir, pero jugando se entiende fácilmente, sobre todo, cuando empezamos a poner las edificaciones casi por instinto en las zonas donde más beneficio nos dan. Nada nos enseña directamente a hacer eso, pero su magistral gameplay tan bien diseñado, nos lleva inevitablemente a un nivel de comprensión del juego tan alto y en tan pocas horas, que parece casi cosa de magia.

En este juego el gameplay y aspecto visual son un todo, con un uso del low poly tan adecuado que sin duda lo convierte, en este sentido, en un juego perfecto. Gráficos demasiado cargados o detallistas nos harían perder perspectiva y centrarían nuestra atención en otras cosas. Casi podríamos decir que esta clase de juegos, y más en concreto Islanders, basan su simpleza y sus colores tan definidos en cierto punto impresionista con la intención de crear una sensación a cierta distancia que le da una definición que, en principio y objetivamente, el juego no tiene. Consigue así que la inmersión y la belleza que podemos apreciar esté en parte en el propio juego y en parte en nuestros ojos.

Los colores son simples, pero profundamente bien elegidos y muy bonitos

Otro elemento esencial para este efecto de inmersión es la banda sonora, la cual cumple un propósito que suelo llamar funcional; Aunque, ojo, nunca digo esto de forma despectiva. Saber hacer que una BSO encaje en un juego y no desentone es todo un arte, lo que pasa que este tipo de composiciones no buscan protagonismo y por lo tanto son olvidables. Este caso todo esto es mucho más que intencional, evidentemente muy por debajo de juegos como Tetris Effect, la BSO de Islanders nos induce en un estado de relajación y funcionamiento mental óptimo. Al poco de jugar, nuestro cerebro se pone a trabajar a pleno rendimiento pero sin apenas fatiga, haciendo que las horas pasen casi sin darnos cuenta, casi como si fuera yoga para nuestro cerebro.

Cada juego tiene su propia evaluación ya que cada uno tiene sus intenciones y estas pueden estar mejor o peor ejecutadas. En el caso de Islanders: Console Edition estamos ante una ejecución cuasi perfecta, un juego que es todo lo que pretende ser y, dentro de su contexto y sus capacidades, bordea un nivel de excelencia que muy pocos alcanzan, haciendo palpable la máxima de que menos es más.

Islanders: Console Edition

Puntuación Final - 8.5

8.5

Recomendado

Un juego cuasi perfecto dentro de su contexto, que nos transporta a un mundo de introspección y relajación mientras jugamos a él.

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Francisco Jose Moreno

Gran Fan del Zelda, Final Fantasy, Metal Gear y largo numero de Etc. Lo mío son los juegos que me divierten simplemente o los que me llegan a la patata. No creo que nadie pueda sentar cátedra en opinar sobre videojuegos.
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