Si hay un protagonista que recordaremos de Final Fantasy XVI, no como juego sino como fenómeno, es Naoki Yoshida. El que fuera salvador del redimido Final Fantasy XIV, dirigiendo la Creative Business Unit III se embarca en la ardua tarea de dirigir una de las entregas numeradas mas importantes de la historia de la serie. Por un lado, tenemos un videojuego con la responsabilidad de ser el Final Fantasy de la generación actual de máquinas, con todo lo que ello implica a nivel de expectativas; por el otro, Yoshida ha continuado la tradición rupturista de la serie exactamente donde lo dejó Final Fantasy XV: abandonando, no solo los turnos, sino prácticamente cualquier pretensión de encontrarnos ante un JRPG.
Final Fantasy XVI es, ante todo, una aventura de acción. Los componentes RPG son más testimoniales que nunca, algo que sin duda dividirá al público, pero esta difícil decisión va encaminada al propósito último de Yoshida: adaptar la experiencia Final Fantasy al gusto del jugador actual, así como llegar al mayor número de personas posible, incluso a aquellos que nunca se hayan acercado a la marca. Con todo esto en mente, no podemos sino aplaudir el resultado final. Y es que, si hubiera que definir a Final Fantasy XVI con una palabra, esta sería ESPECTÁCULO. Un espectáculo de proporciones tan épicas como sus eikons, impresionante a nivel técnico y tremendamente divertido a los mandos.
Se ha preguntado mucho con respecto a Final Fantasy XVI, haciendo alusión a todos los cambios que propone: ¿qué hace a un Final Fantasy ser un Final Fantasy? Sin embargo, por muy morbosa que pueda resultar la pregunta, creo que no está bien planteada. La pregunta que deberíamos es hacernos es: ¿para mí, como jugador, qué significa enfrentarse a un Final Fantasy? Vamos a ver qué nos ofrece este esperado título y contendiente a GOTY para ver si, de esta forma, puede o no colarse en tu lista particular de mejores Final Fantasy.
Un mundo tan bello como corrupto
La historia de Final Fantasy XVI nos pone en los zapatos de Clive Rosfield, un miembro de una de las familias reales de Valisthea, la tierra en la que tendrá lugar esta aventura. En el mundo de Valisthea hay magia, sintetizada por los Cristales Madres, los cuales rigen de esta forma al economía del mundo; las naciones batallan entre sí por la conquista de territorios más ricos en magia. Esta importancia de la magia se ve reflejada también en la figura de los Dominantes, personas que pueden transformarse en los poderosos eikons, bestias de un poder casi divino, así como canalizar sus poderes. Frente a este panorama de guerra y tensa política, las naciones enfrentan el problema de las tierras estigias, una suerte de enfermedad que asola ciertos territorios y se propaga, dejando el campo estéril y sin posibilidad de extraer magia.
Por ciertos sucesos que no voy a spoilear (y que podéis ver en la demo), Clive se convierte en un paria, un mercenario consagrado a la venganza. La trama está muy influenciada, sobre todo en los primeros compases, por ficciones de fantasía medieval oscura como Juego de Tronos, algo que se traspasa de forma muy positiva a su tono y los diálogos. Si bien en Final Fantasy siempre se han tratado temas de cierta trascendencia, da gusto ver cómo los personajes tienen conversaciones que no parecen sacadas de un shonen. Aunque a medida que avanza la historia se transitan derroteros más sencillos y familiares, en todo momento se sigue con interés y emoción, convirtiéndose ésta en uno de los pilares de la experiencia. De hecho, en todo momento el juego muestra un gran sentido del ritmo si vamos únicamente a por las misiones principales, algo a lo que ayuda la baja calidad general de las secundarias (muchas de ellas con una epicidad digna de un MMO añejo, y solo algunas que hacen un gran trabajo de world-building).
De esta forma, Final Fantasy XVI es un viaje enteramente de Clive. Nuestros caminos se cruzarán eventualmente con el del resto de Dominantes, enfrentando sus tramas casi como si de arcos de anime se trataran, pero Clive será el único personaje al que manejemos. Tan solo podremos dar órdenes a nuestro fiel can Torgal. El resto de componentes del equipo que se nos unan de forma temporal funcionarán como invitados de lujo, no como compañeros, y este es uno de los principales errores que a mi juicio enfrenta Final Fantasy XVI.
El sistema de combate de Final Fantasy XVI es una evolución del que vimos en Final Fantasy VII Remake
La identidad de un Final Fantasy, aquello por lo que muchas veces pasan al recuerdo en el imaginario de los jugadores, es por el carisma de su grupo principal. Clive es un estupendo protagonista, pero el hecho de que solo le controlemos a él hace que en todo momento deseemos conectar más con el resto de personajes que conocemos; no es algo que el juego facilite, ya que no podremos alterar ni su equipación o habilidades. Lucharán de forma automática, sin que podamos interactuar con ellos de ninguna forma. Sí, algunos como Cid sin duda se hacen querer gracias a su estupendo guion y la fabulosa labor en el diseño de los protagonistas y el mundo que les rodea. Sin embargo, a la larga esta soledad forzada juega en contra de la experiencia de juego y de la capacidad del título para dejar poso, algo contra lo que ni siquiera su maravilloso sistema de combate puede competir.
Un sistema de combate revolucionario para la serie
A pesar de todo lo que se iba viendo del título, es indudable que lo que más expectación y miedo generaba a parte iguales era su sistema de combate. Final Fantasy X fue la última entrega numerada de la marca que utilizó los consagrados combates por turnos tradicionales. Posteriormente todos los juegos irían incluyendo diferentes elementos que acercaban los combates a la acción en tiempo real, lenta e inexorablemente; en Final Fantasy XV fue donde pudimos ver un combate muy cercano al de un Action RPG con su interesante híbrido entre Kingdom Hearts y los turnos clásicos, un sistema que terminaría de perfilarse en Final Fantasy VII Remake. Sirva este breve repaso para desmitificar que un Final Fantasy debe ser por turnos, ya que históricamente el público masivo ha vivido más tiempo en estructuras mixtas que en los turnos tradicionales.
La referencia a Final Fantasy VII Remake no es baladí, ya que a pesar de lo vertiginoso y lo volcado que parece en la acción (casi de un hack and slash) Final Fantasy XVI, realmente su sistema de combate es una evolución del que vimos en la última aventura de Cloud. Tendremos combates tridimensionales en tiempo real en los que tendremos la posibilidad de usar en combos ataques físicos, mágicos (incluso cargados ambos), esquivas, esquivas perfectas, parries y habilidades especiales derivadas de los eikons, que es donde está la gracia del sistema. Podremos tener simultáneamente tres eikons equipados, y cada uno de ellos nos dará una habilidad de movimiento especial (que puede ser una garra para atrapar enemigos, un desplazamiento rápido…) y dos ataques especiales que podremos cambiar y mejorar, así como un modo potenciado para Clive.
Los combates se sienten muy rápidos, responsivos y satisfactorios, dando muchas posibilidades de hacer combos interminables cada vez más dañinos, así como de reaccionar con gracia y espectacularidad a los enemigos. Tendremos que vigilar la barra de postura del enemigo, y aprovechar los momentos en los que la vaciemos para hacer daño de verdad; aunque podemos dañarles con nuestros ataques sencillos, serán con las habilidades especiales de los eikons con las que empezaremos a vaciar rápidamente la vida de los enemigos.
Las bases de este sistema son sólidas, y se mantienen divertidas y frescas durante las 45 horas que me ha llevado terminar el juego, dándonos siempre nuevas herramientas y posibilidades con las que experimentar con Clive. De hecho, incluso el propio juego es consciente del potencial de sus mecánicas, dándonos modos de desafío y entrenamiento muy parecidos a los de un fighting para lograr las mejores puntuaciones. Sin embargo, también encuentro en él varias fricciones que, por cómo disfruto a niel personal de la saga, lastran bastante el conjunto final.
Por un lado, es un sistema que carece casi por completo de cualquier elemento táctico, y no hubiera sido difícil aprovecharlo, como hiciera Final Fantasy VII Remake. No solo se nos quita la posibilidad de dar órdenes a los compañeros, restando mucho interés y variedad con el paso de las horas, sino que tampoco hay un sistema de debilidades elementales o sinergias establecido que nos permita exprimir más las mecánicas de combate.
No sería un problema tan notorio si los enemigos supieran sacar lo mejor de nosotros en las luchas, pero lamentablemente no es así: Final Fantasy XVI es un juego con una dificultad muy fácil, una que no nos va a animar en ningún momento a entrenar más, y que nunca nos lanzará auténticos desafíos. Una vez más, Final Fantasy XVI es un espectáculo en el que encarnamos una total fantasía de poder. Es cierto que el combate siempre es divertido, y los jefes finales son impresionantes, así como las luchas entre eikons; aún así, se echa en falta algo más de complejidad o dificultad que equipare nuestra experiencia a los mandos a la épica que estamos viviendo.
La estructura del juego, como ya sabréis, es la de zonas semi-abiertas entre las que podemos viajar a través de un mapamundi. Si bien a nivel estético Valisthea es un reino bello y atractivo como pocos, creo que no se ha terminado de aprovechar del todo su excepcional diseño visual. Los mapeados son muy lineales, repletos de enemigos genéricos y con recompensas por explorar poco estimulantes, máxime dada la escasa importancia del componente RPG más allá de estadísticas, árboles de habilidad sencillos y crafteo muy básico. Se podría haber potenciado ese poderío visual añadiendo más puntos que únicamente nos descubrieran puntos de vista y de fotografías únicas, sin restarle por ello linealidad. Sin embargo, de esta forma resultan una estampa preciosa en la que da gusto estar, pero por la que no merece la pena perderse.
Por último, como no podía ser de otra forma, Final Fantasy XVI es soberbio a nivel técnico, tanto visual como sonoro. Más allá de algunos problemas puntuales y que no enturbian la experiencia de estabilidad, o algunos rostros menos trabajados, estamos ante un título que busca y logra constantemente una espectacularidad como pocas veces se ha visto. A ello ayuda, como ya he mencionado antes, un diseño de personajes de gran carisma, así como un mundo tan atractivo como resulta Valisthea. Por otro lado, ojalá tuviera más conocimiento musical para poder expresaros cómo se merecería lo impresionante que me ha resultado la banda sonora. Es capaz de canalizar y potenciar de una forma realmente impresionante cualquier sensación y sentimiento que estemos viendo en pantalla, siendo un elemento indivisible de la experiencia global, y sin duda uno de los apartados que más se recordarán de esta entrega.
Conclusiones
Cuando hablamos de un fenómenos como es la serie Final Fantasy es más difícil de lo habitual separar los hechos de las emociones. Por ello me parece tan importante que cada jugador sepa qué es lo que hace que un Final Fantasy sea memorable en su baremo personal. Por ejemplo, que Final Fantasy XVI es uno de los lanzamientos más espectaculares, divertidos y potentes del año, así como un serio candidato a GOTY, es un hecho. Es un gran videojuego, además de una de las iteraciones más valientes de la saga, capaz de convencer a los fans más acérrimos de la marca, pero también de atraer a ella a jugadores que, de otra forma, jamás se hubieran acercado. Solo por eso ya merece todo nuestro reconocimiento, ya que, y eso es otro hecho, cuanta más gente pueda disfrutar de obras tan hermosas como esta, mucho mejor para todos.
Sin embargo, hay varios aspectos que, a nivel enteramente personal, lo alejan de los puestos más altos de mi lista particular de Final Fantasy ilustres. Para mí Final Fantasy es un viaje que realizo con personajes que no conozco, pero que estoy deseando conocer; con los que empatizo en mayor o menor medida, pero a los que quiero ayudar a llegar al final de la aventura. Por eso Final Fantasy XV y Final Fantasy X son mis juegos favoritos de la saga, y por ello he echado de menos aquí un mayor interés en sentir que pertenezco a un grupo, y no que en ocasiones tengo invitados a mi fiesta. También son descubrimiento, entrenamiento y desafío; es una propuesta que me anima muy poco a la exploración y en la que en ningún momento he sentido la dificultad del combate que estaba enfrentando Clive. No puedo sentir la epicidad de la gesta que estoy viendo en pantalla como mía porque se siente demasiado fácil.
Al final, tanto en lo bueno como en lo malo, si hablamos de Final Fantasy, hablamos de sensaciones y sentimientos, que es lo que termina dejando un poso al que nos gusta volver y recordar. Puede que esta fantástica aventura que es Final Fantasy XVI no sea la fantasía final que yo buscaba, pero puede que sea la tuya.
Final Fantasy XVI
Puntuación Final - 8.5
8.5
Recomendado
Final Fantasy XVI es un viaje espectacular, emocionante y divertido del que no te querrás despegar hasta el final.